16/03/2019
La Patria son ustedes. ¿Entonces la Patria real es muy chica?
No lo sé, puede que sí, puede que no. Pero la Patria son ustedes.
Leonardo Castellani
La vida siempre te da razones para sorprenderte. Y una de esas
razones fue descubrir paso a paso al reconquistense sacerdote, pensador y
escritor Leonardo Castellani. Corría la década de 1980 y la Biblioteca
Popular General Manuel Obligado comenzaba a respirar otra vez y con ella
un anhelo que comenzaba a redireccionar algunas lecturas. Creo que fue
casi al mismo tiempo cuando sucedió, tan sólo como una circunstancia
inesperada, ese viaje con el escritor e historiador Don Manuel Roselli a
Santa Fe. No recuerdo los pormenores del por qué compartí ese viaje
pero fue en mi caso un despertar. Asistiríamos a un Panel que
organizaba la Universidad Católica de Santa Fe con motivo de uno de los
aniversarios del escritor reconquistense y, en el que uno de los
expositores, el crítico literario santafesino y rector de la Universidad
en ese momento, Osvaldo Valli, hablaría de este autor, el Castellani
jesuita, polémico por su activismo ante problemáticas religiosas de la
orden a la que pertenecía, pero por sobre todas las cosas, un escritor
prodigioso, reconocido internacionalmente y puesto bajo la lámpara en
medio del Panel anunciado.
Leonardo Castellani surgiría en mi vida cargada de simplezas como un
faro que atraería mi atención a pesar de no imponerse, un atractivo
que nunca abandonaría en tiempos transcurridos. No fue la lectura de su
obra, en mi caso, una especialidad considerable pero sí, ella fue como
un despertar glorioso a la posibilidad de escribir, leer y leer en
segundas y terceras líneas, desde lo propio y colectivo con definitivo
asombro.
Dice Edelweis Serra: “Leonardo Castellani se inserta, a través de
lo regional, dentro del marco de la narrativa nacional. Potenciado por
una capacidad oratoria envolvente instala una situación comunicativa
teñida de instancias juglarescas donde, a pesar de mediar la letra
escrita, persiste el tono peculiar de la oralidad; una tendencia original dentro de la narrativa regional y nacional de su momento“
Hice algunos recorridos conversando con sacerdotes locales que tenían
una idea muy vaga de este cura sorprendente lo que me confirmaba un
silenciamiento sobre su existencia y accionar. Castellani experimento la
persecución de la iglesia y fue excomulgado, a pesar de haber recibido
como muy pocos hombres en la historia el diploma Ad Gradum, que exige la
especialización en temas tan complejos que ningún hombre de nuestro
continente lo había recibido, y nadie del mundo desde el siglo XVI.
Indudablemente su vida contenía suficiente material para la
realización de un film exitoso, así lo fui constatando en cada lectura
sobre su vida. Entre hechos conmovedores es común recuperar el relato
sobre aquella mesa de escritores junto al Dictador de turno en un
almuerzo, sobre el que Vicente Zito Lema recuerda de esta manera en la
entrevista de Daniel Dussex.
“Cuando el secuestro de Haroldo Conti, y a los pocos días del
mismo, Borges, Sábato y el Padre Castellani fueron llamados a almorzar
con el dictador Videla. Yo por entonces, compartía con Eduardo Galeano
la dirección de la revista Crisis y Haroldo era parte de nuestra
revista. Lo llamé a Borges, lo llamé a Sábato… y los dos con burlas y
con malos tratos se negaron a aceptar el pedido que yo les hacía, cuando
yo tenía relación tanto con Borges como con Sábato que publicaban
habitualmente en nuestra revista. Bueno, la realidad concreta es que
cuando salen del almuerzo, están los archivos y están las cámaras de
entonces, Borges y Sábato dicen que había sido una conversación y un
almuerzo espléndido en el que intercambiaron ideas. Cuando le preguntan
al Padre Castellani, como tercero, aunque parecía que la prensa no tenía
nada que preguntarle, Castellani dice “fue realmente una farsa, yo le
hablé de los desaparecidos, de los escritores y especialmente de Haroldo
Conti, como me pidieron sus compañeros de Crisis, y el General Videla
se negó siquiera a contestarme.”
Sobre esta anécdota hay otras versiones, pero concluyen en un mismo
acto que nos dice muy a las claras quién era Leonardo Castellani.
Por éstas y otras actuaciones, en un contexto dado, se supone que su
presencia en el canon literario nacional, regional y local careciera de
real trascendencia. Sin embargo, en nuestra débil biosfera, recuerdo
que en algunas aulas de la escuela normal y promovido por la Profesora
Delia Ittig de Vasallo, en ese mismo tiempo, Camperas ocupaba
un lugar en los programas de estudio de la Escuela Secundaria. También
recuerdo nítidamente, como caso único, el haber presenciado la “clase
modelo”, práctica de una estudiante de la carrera de Literatura, basada
en el género policial que incluía un cuento de Castellani. Desde
entonces fui forjando una probabilidad audaz y crítica. Consideré al
autor como un pionero de este género en la Literatura Nacional pero
entendiendo que su definición y activismo político como “nacionalista”
entre otras rebeliones y procedimientos ya descriptos no propiciaban su
aceptación en los grupos de intelectuales argentinos, políticos
tradicionales, sectoriales y mucho menos en el “orden” de “la orden
jesuítica.”
Castellani en toda su obra literaria y filosófica, según E. Serra,
expresa una voluntad seleccionadora en el manejo funcional del lenguaje.
La oralidad dinamiza, dentro del discurso, el papel de una profunda
función emotiva. Hay un emisor poderosamente imbuido de la necesidad de
su mensaje. Es muy clara la idea ilusoria de un destinatario que
experimente una excitante atención ante lo dicho en sus textos.
Castellani deseaba convocar a un lector partícipe, a través de formas
interrogativas y exclamativas, asegurando la función fática de la
comunicación donde era posible que la narración de un ”hecho y sus
consecuencias” constituyeran en su mensaje implícito un desafío a la
razón que podía, inesperadamente, disolverse y desplazarse todo el
hecho como sus consecuencias hacia un orden absolutamente natural y
trascendente, propio de la vida, propio de la humanidad que tanto
desconcierta, concede, amenaza, acepta, naturaliza o rinde un homenaje
cósmico inquietante sobre nuestra existencia.
Así, paso a paso, es posible acceder a un aspecto esencial de
Castellani. Su actitud dialógica que se plasma una y otra vez con el
“otro” ya sea ese otro el Mal o el Bien, a través de dos tipos de
recursos: unos, propios de la técnica literaria que operan como
excitantes para el lector, reforzando lo más poderoso de su estilo, el
tono conversacional. Otros, extraídos de la lengua oral, plasmando
fuertemente su estilo coloquial en la enunciación, proyectando genuina
cercanía en un mismo saber y naturaleza.
Este Castellani, nada inocente, estaba, indudablemente, abriendo la
puerta “a un otro” diverso, distinto, o espejo de sí mismo, en esa
tendencia al diálogo con el lector, con un total arrojo, virtualmente
presente en toda su obra , particularmente, poniendo luz sobre
problemáticas sociales, políticas, religiosas y hasta psicológicas de
alta carga significativa. En este terreno, no resulta difícil para él,
proclamar un “lector amigo” con extraordinario ingenio para la causa que
lo motiva como maestro, sociólogo, filósofo, sacerdote, político,
literato, ya que lo supone lector sabio, sensible, social, estratégico.
Es más, necesita este tipo de lector porque su mensaje urge, en medio de
la anécdota y la sentencia y todas las sombras a iluminar a pesar del
dolor o una eficaz ironía.
Reconquista, extrañamente, tal vez por la resistencia a su figura
extravagante, a su decir incisivo, a su pensamiento nacionalista, a su
genuina entrega religiosa, a su desmedida didáctica, o por el escenario
de un crimen impune que lo antecede en su escritura, establece con el
autor, ciertas y escasas conversaciones. Entre ellas recuperamos
algunas tácitas o implícitas establecidas con Castellani a través del
Certamen Nacional de Cuentos que lleva su nombre, a través de sus textos
en la Biblioteca Popular General Obligado, los que fueran oportunamente
gestionados en casas académicas para que pueblen sus estantes.
Con tímida voluntad colectiva Reconquista ha logrado reconquistar sus
restos que descansan en el Panteón de la Ciudad en el Cementerio
Municipal y le ha ofrendado una Comisión Homenaje Permanente. Pero no es
suficiente. Leonardo Castellani es una especie que espera en esta
Biosfera reconquistense, lugar cuyas interrelaciones le dieron vida y
hoy , albergan su muerte.
Pienso en quienes deseen sumarse a estas conversaciones interrumpidas
tantas veces, con el autor trashumante, pero jamás clausuradas porque
se percibe por algún rayo de luz el valor de su talla internacional que
prestigia nuestro patrimonio literario y filosófico. Hoy convoco a
estudiantes en general a considerar un campo de investigación como lo es
su vida y obra. Hoy promuevo su nombre a pesar de todos los silencios
que lo amordazan injustificadamente.
Es hora de permitirnos ser la pequeña patria que nos toca, ser
nosotros mismos, pertenecernos en un encuentro sin prejuicios, continuar
o iniciar conversaciones que nos impregnen de revelaciones
castellanianas o no, revelaciones al fin, de viejos o nuevos enigmas que
asolan a los unos y otros de este terruño inigualable.