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lunes, 25 de marzo de 2019

El recuerdo de un pensador inclasificable

El recuerdo de un pensador inclasificable

Se cumplió otro aniversario de la muerte del extraordinario padre Leonardo Castellani.

POR CARLOS BUKOVAC
Un 15 de marzo de 1981 fallecía el Padre Leonardo Castellani, para muchos, un verdadero genio intelectual y literario. Nació el mismo año que Borges, en la ciudad de Reconquista; no obstante, pese a su enorme talento, no tuvo la misma suerte que Jorge Luis en cuanto a su fama. Su obra es inmensa y de lo más variada. Hace algunos años, fue escrita una biografía suya de dos tomos por el Dr. Sebastián Randle, un fabuloso libro, pero sólo para fanáticos del jesuita santafesino. Valga entonces este artículo para acercar a los lectores a la figura de este gran argentino.
Como datos biográficos vale repasar que luego de su infancia en el norte santafesino, ingresó como pupilo en el colegio santafesino "La Inmaculada" de los Padres Jesuitas. Fue ordenado sacerdote en Roma en 1930, donde también logró el título de Doctor en Filosofía en la Universidad Gregoriana. En 1935 regresa a la Argentina, llevando a cabo una enorme actividad intelectual.
Su dolorosa vida fue sobrellevada bajo el signo constante de la incomprensión. Nunca rehuyó la polémica, pero le hizo mucho daño la mediocridad que lo rodeaba. En 1946 se le pide que abandone la Compañía de Jesús, a lo que se niega. Al poco tiempo se le ordena que se recluya en Manresa, España, comenzando a quebrarse su salud. Acusado falsamente ante el Papa Pío XII, en 1949 es expulsado de la Compañía y se le impide todo ministerio sacerdotal. A partir de allí, quedaría en la miseria, logrando sobrevivir gracias a algunos pocos amigos y a su brillante labor como escritor y conferencista.
Luego de muchos años en los que a lo largo de sus libros describiría de variadas formas autorreferenciales su doloroso caso, en 1966 se arregló definitivamente su situación canónica absurda e injusta. Sus últimos años los pasaría más recluido que nunca en su departamento del barrio de Constitución, ámbito que describen con claridad Pablo Hernández y Rodolfo Braceli en sendos reportajes que le harían, un tiempito antes de su muerte.
En cuanto a su obra, se ha dicho que Castellani era inclasificable o, también, de género único. Su tema principal fue la teología (y dentro de ella la esjatología: "Jesucristo vuelve, y su vuelta es un dogma de fe"), pero también brilló como crítico literario, periodista, poeta, cuentista y novelista. Pero acaso lo que mejor lo defina sea su especial sentido del humor, sumamente irónico y capaz de mecharlo en cualquier tema del que estuviera escribiendo o disertando, inclusive el Fin de los
Tiempos. Quizás sea ese uno de los aspectos que más lo emparentaba con el inglés Chesterton. Como muestra, basta un botón, permitiéndonos recomendar el fabuloso "Credo del incrédulo".
LA IDEOLOGIA
En relación a su filiación ideológica, también es absolutamente imposible de etiquetar. Dentro de la Iglesia, imposible catalogarlo como progresista. Su ortodoxia y su profundo amor por la Verdad descartan de plano esa posibilidad. Ahora bien, menos posible aún es identificarlo como conservador, seguramente por sus disputas con la jerarquía que lo llevaron a una de sus grandes luchas: su combate contra el fariseísmo católico. Son célebres sus quejas por un catolicismo amanerado o mistongo y sus cartas a sus superiores y obispos.
Vale citar una al Nuncio Apostólico de aquél entonces en la que le reclamaba: "No pedimos a S.E. que salve a la Nación Argentina, déjenosla nomás; le pedimos que cumpla el mínimum mínimo de su deber. No pedimos a los Obispos que sean todos varones santos; les pedimos solamente que parezcan varones. No pedimos a los Curiales que tengan la santidad; les pedimos que perciban y no persigan la santidad. No pedimos a lo sacerdotes que crean en el Evangelio; les pedimos solamente que enseñen el Evangelio: todo el Evangelio".
Por otra parte, en lo político, también es sumamente difícil ubicarlo. En efecto, mal puede afirmarse que haya sido de izquierda, recordando su ortodoxia. Es cierto, en el contexto de su expulsión, en el que se ganaba la vida dando conferencias, frecuentó a varios intelectuales de izquierda con los que entabló una cordial relación. Ejemplo de ello es el interesante Los zurdos y Castellani (Pablo Hernández). No obstante, a pesar de esa cordial relación, ninguno logró convencerlo de que apostatara. Al respecto, es célebre su respuesta a Leónidas Barletta: "Tengo fe en Cristo y en la Iglesia por El fundada, que creo indestructible".
Y bien, ¿era entonces Castellani de derecha? ¿Era el típico nacionalista católico? Es verdad, suele ser un autor especialmente leído por los nacionalistas. No obstante, luego del paso en falso de su candidatura a Diputando Nacional en 1946 por la Alianza Libertadora Nacionalista, su relación con ellos fue por demás de compleja debido a los tan conocidos vicios que los caracterizaron a lo largo de su vida política. Ahora bien, que no se sintiera cómodo entre los nacionalistas y que los criticara con su habitual sarcasmo, no significa que su labor intelectual no haya estado impregnada de un profundo patriotismo. Vinculado con lo anterior, el politólogo Marcelo Gullo se atreve a realizar un parangón entre la figura de Borges, como paradigma del intelectual "cipayo" y el Padre Castellani, como un pensador verdaderamente nacional.
EL CASO BORGES
Aquí es por demás de interesante dedicarle una mención especial a la relación con Borges. En su faceta de crítico literario, Castellani le dedicó unos cuantos conceptos, algunos elogiosos y otros, bastante ácidos, entre los que vale mencionar la "agorafobia" de la que lo acusaba y su calidad de "blasfemo tímido". Por otra parte, ambos, Castellani y Borges, compartieron junto a Ernesto Sábato y Horacio Ratti, el famoso almuerzo en la Casa Rosada con el presidente Videla. Lo cierto es que, luego del almuerzo, tanto Borges como Sábato destinaron elogiosos comentarios hacia Videla, en tanto que Castellani fue el único que se atrevió a interceder por el paradero de Haroldo Conti, ante el desesperado pedido de su pareja.
Para ir finalizando, vale destacar que no son pocos los que opinan que el Padre Castellani fue una especie de Profeta. En tal sentido, no está de más citarlo en el prólogo a uno de sus mejores libros (Su Majestad Dulcinea): "Hay que saber que el que escribe un libro de estos no escribe lo que quiere sino lo que le sale de la cabeza; la cual a veces parece como conectada con una voluntad imperiosa, que no es la propia."
Llegado este punto, si bien su obra es relativamente conocida, considerando lo enorme de su talento, podemos preguntarnos, al igual que Rodolfo Braceli: "¿Cómo es posible que Castellani continúe siendo casi desconocido en la Argentina?" Quizás en parte debido a la acción de quién le había comprado los derechos sobre su obra a la heredera, para vendérselos luego a un grupo de españoles, impidiendo que se editen aquí y costando una enormidad los editados en la Península.
Pero quizás también, citando a su biógrafo, por aquello de que nadie es profeta en su tierra; pareciera que los argentinos sufrimos de un mal por el cual sólo apreciamos algo argentino si antes resulta alabado por extranjeros (el Martín Fierro, el tango y el mismo Borges son ejemplo de ello).
Quizás, ahora que el lúcido y valiente español Juan Manuel de Prada anda aprovechando cuanta ocasión sea para difundir y alabar su obra, quizás, sea hora de que el Padre Castellani sea reconocido como lo que realmente fue, uno de los más grandes pensadores que ha dado la "Argentada Tierra".

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