Sin dudas, la tarea de reeditar y de difundir la obra del Padre Leonardo Castellani que ha emprendido Juan Manuel de Prada hace ya unos años merece de la mayor estima sobre todo por parte de los argentinos, que hemos olvidado y dejado absolutamente de lado el impresionante aporte del polémico escritor y pensador. Como botón de muestra a esta recuperación valga incorporar a esa tarea la monumental biografía escrita por Sebastián Randle en dos tomos (“Castellani jesuita” y “Castellani maldito”) bajo el sello de la editorial argentina Vórtice que no ha sido reeditada a pesar de que se encuentra agotada tiempo ha. ¿Por qué ocurre esto si se trata de un material que es requerido permanentemente, como lo dejan entrever los comentarios en ciertas páginas de internet dedicadas a la búsqueda de libros? Varios motivos o causas se presentan como explicaciones primeras:

1) Castellani no es un sacerdote católico que haya escrito una obra piadosa o de contemplación religiosa, edulcorada para todo público, sino un polemista en el mejor sentido del término, es decir un militante de su fe. Y eso molesta a más de un jerarca de la Fe.

2) Ya en vida, a partir de 1949 sobre todo, cuando ocurre su expulsión de la Compañía de Jesús, ese largo exilio interior que padeció sólo fue quebrado por algunos intentos personales, - como lo fue la revista Jauja que él mismo dirigió entre 1967 y 1969 - o por las ediciones que, en muchos casos, debemos a amigos desinteresados.

3) Sus ácidas críticas tanto al peronismo como al anti peronismo le ganaron enemigos y rencores de ambos bandos, lo que manifiesta a las claras su independencia de criterio y su honestidad intelectual y moral. Dato no menor en una sociedad farisea.

4) La misma iglesia, que no supo cómo tratar a este “cura díscolo”, es un elemento más del oscurecimiento que existe en torno de su obra. La incomodidad que aún hoy generan sus acertadas críticas a la formación de los sacerdotes, al progresismo eclesiástico y a los antecedentes en el catolicismo previo al concilio, así como el demoledor fundamento de sus observaciones sobre la misma formación de los institutos jesuitas, regresan como una verdad atemporal, como mazazos que molestan permanentemente a los capitostes de la fe.

5) El mundillo universitario argentino de sustrato marxista, liberal, progresista que no ha sabido – o no ha podido por sus mismas limitaciones ideológicas y formativas– dialogar con la profundidad que Castellani maneja, ignorándolo de plano, como también hiciera con otros grandes pensadores argentinos desclasificados del canon oficial como Murena, Fatone o Balderrama.

6) Su supuesta filiación al nacionalismo – aunque él negara repetidamente pertenecer a alguno de sus mínimos cenáculos – ha sido el sayo definitivo que la intelligentzia oficial necesitaba para colocarle al cura réprobo el membrete de “apestado”, y con ello aislarlo de los lectores que agotaron sus obras no bien eran editadas.

¿Habrá que esperar que, como ocurriera con el Martín Fierro – gracias a las lecturas sesudas de Menéndez y Pelayo y de Unamuno - , la re consangración de la obra de Castellani llegue de España? Quizás, la tarea que desde hace un tiempo vienen realizando las editoriales ibéricas sea un espaldarazo en ese sentido. Y valorando esa tarea, me atrevo humildemente a sugerir que se acuerden de algunos textos insoslayables: sus relatos ficcionales reunidos en el volumen denominado “Camperas”;  sus cuentos policiales protagonizados por el padre Metri, un alter ego de reminiscencias chestertonianas. Y a ellos agregar su “De Kirkegord a Santo Tomás”, un agudo ensayo de valor filosófico que relaciona el profundo sentido gnoseológico del danés con el edificio lógico del santo napolitano; o su “Apokalipsis de San Juan” que resulta una exégesis a todas luces invalorable y actual, dentro de su Esjatología como el mismo padre Castellani la denominara.

Pero para el público español este pensador único tiene su carta de presentación en ese texto que se ha dado en llamar “Cómo sobrevivir intelectualmente en el siglo XXI” que, desde su mismo título, ofrece todo un programa de vida a todas luces profético: un hombre que vivió en el siglo XX predice un camino para saberse sano en un momento en el que el oscurecimiento espiritual es casi total. Sobrevivir en medio de la victoriosa globalización, del progresismo vaciador, del relativismo absoluto, y de las demás premisas nocivas que arrastran a la realidad hacia un totalitarismo de la profanidad y la inmanencia, no parece algo simple. Es un acto de reacción que se convierte en necesario para toda persona que aún alimenta la salvación del ser humano, la de sus congéneres, y la de la sabiduría natural. Porque el Apokalipsis y la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, como enseñara Castellani, son un requisito indelegable de nuestra fe, no una simple figura retórica de los Evangelios.  

En buena hora que estos textos se recuperen. Por el bien de la cultura más necesaria.