Punto de encuentro de todos aquéllos que estén interesados en vida y obra del Padre Leonardo Castellani (1899-1981)

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lunes, 29 de abril de 2019

Un poco de luz castellaniana sobre lo que es y lo que no es la infalibilidad papal

La Infalibilidad del Papa que Dios ha hecho, es una cosa milagrosa; pero no es tan milagrosa como la infalibilidad del Papa que algunos protestantes han hecho. Ni Dios mismo, con ser topoderoso, puede hacer la infalibilidad que hizo Mr. Charles Kingsley (novelista y clérigo episcopaliano inglés del s.XIX, padre del “socialismo cristiano”), por ejemplo, y que regaló gratuitamente al Sumo Pontífice. Por eso, para decir lo que es, ayuda decir juntamente lo que no es la Infalibilidad Pontificia.

1. Infalibilidad no es el poder de hacer del mal bien y del bien mal.

La doctrina de la Iglesia reconoce la existencia de la ley natural, existencia del bien y del mal, es decir, de un orden que nace de la misma naturaleza de las cosas. Orden que Dios mismo no puede deshacer, porque Dios no puede hacer cosas contradictorias (“Deus contra primum ordinem non agit, quia contra seipsum nemo agit”, dice San Agustín). Dios mismo no puede hacer que una blasfemia deje de ser pecado, porque Dios no puede hacer que la criatura no sea criatura y el Creador no sea Creador. Dios puede dispensar de una ley divina positiva, como la de comulgar alguna vez en la vida; la Iglesia puede dispensar de una ley eclesiástica positiva, como la de comulgar una vez al año: porque todo legislador puede dispensar de su ley, cuya obligatoriedad dimana de su propia voluntad.

Así, pues, la Iglesia podía quizá dispensar el impedimento del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, impedimento de afinidad en primer grado, aunque de hecho no lo dispensó; pero que de eso se deduzca que el Papa “tiene el poder de crear el bien y el mal” en tal desmesurada proporción, que pueda por medio de las indulgencias (!) asegurar el perdón a cualquiera, “etsi matrem Dei violavisset”, parece que es una consecuencia tan monstruosa, que es imposible que haya sido escrita. Y si ha sido escrita, parece que debe de ser por algún dejado de la mano de Dios. Y si fue escrita por el Rev. Charles Kingsley en una crítica de la historia de Froude en el MacMillan Magazine, en enero de 1864, parece que yo no debería repetir sus palabras, siquiera por no ofender los píos oídos y por respeto al género humano. Y sin embargo, las tengo que repetir, para que se vea hasta dónde puede llevar el prejuicio a un hombre de estudios, Doctor Divinity (doctor en teología), que dice creer en Jesucristo y tiene a todos los papistas por fanáticos: para que sirva de ejemplo de lo que decía arriba acerca de la razón humana.

2. Infalibilidad no es impecabilidad.

Dicen que en algunas lenguas estas dos ideas se expresan con una palabra común (unfehlhar en alemán, nepogriechimosti en ruso), lo cual hizo gritar a los viejo-católicos alemanes y a los cismáticos rusos cuando la definición Vaticana, que los ultramontanos habían fabricado un Papa igual que Dios. Por lo cual, en el II Congreso de Velehrad, en 1905, el obispo ortodoxo A. Maltzew propuso cambiar por la palabra bezochibotchnosti (sin error), para quitar piedra de tropiezo a nuestros hermanos orientales. Pero no es así en la lengua latina (falli = equivocarse) ni en la nuestra. Nosotros sabemos hace mucho tiempo que no todo es trigo limpio en la Iglesia Catolica, y que no sólo pueden pecar, sino que de hecho algunos Papas pecaron. ¡Miren a qué hora se despierta el buen diputado socialista! Lo sabía yo al hacer la primera comunión, que en el campo del Padre de familia el hombre enemigo sembró en medio del trigo limpio, cizaña.

El Papa es pecador como hombre privado, y por eso tiene confesor y se arrodilla ante él cada semana; pero es infalible cuando habla ex cathedra.

Esta expresión técnica de los teólogos (hablar desde lo alto de la cátedra de Pedro) expresa las condiciones y límites de la promesa divina, que son tres:

1) cuando habla como Doctor público y cabeza de la Universal Iglesia, no como hombre, no como teólogo, no como obispo de Roma, precisamente;

2) cuando habla acerca de cosas de la fe y de la moral, es decir, acerca del depósito de la revelación pública hecha por Cristo y clausurada por los Apóstoles; 

3) cuando define, es decir, pronuncia juicio solemne, auténtico y definitivo acerca de si una verdad está o no contenida en ese deposito inmutable, no cuando aconseja, exhorta, insinúa o administra.

Ojo con esta palabra “depósito de la revelacion” (“Apostoli contulerunt in Ea, tanquam in repositorium dives, omnia quae sunt Veritatis”, dice Ireneo), que no significa una caja de verdades colgadas, pinchadas y clasificadas, como la teca de un naturalista.

En el capítulo último de Orthodoxy, Chesterton ha ilustrado las relaciones de la autoridad y el aventurero, con la comparación de su padre llevándolo de la mano a él pequeño al descubrimiento del jardín de su casa. “Yo sabía que mi padre no era un montón de verdades, sino una cosa que dice la verdad.

El montón de verdades supraterrenas que al Hijo de Dios plugo traernos están todas contenidas en la Iglesia Católica de Pío XI, como lo estuvieron en la Iglesia Católica de San Pedro; no precisamente en la cabeza de Pío X I, ni en el símbolo de Pedro, ni en la Suma Teologica, ni en el Concilio de Trento; sino en la vida de la Iglesia viva, a la cual pertenecen Pío X I y el símbolo y la Suma Teologica y el Concilio. La inspiración personal de los protestantes agarrados a la Biblia es el extremo contrario del estatismo autorital de los rusos agarrados a los ocho primeros Concilios; y las dos exageraciones matan la verdad revelada, la primera por desangramiento, la segunda por estrangulamiento.

Porque la asistencia continua del Espíritu de Verdad prometida a la Iglesia, ni es la continua profecía, ni es la profecía momentánea y petrificada en un libro o en veinte cánones.

Entre los dos extremos de la momificación del dogma y el continuo nacimiento del dogma, hay un medio verdadero que es la vida del dogma. Y de esta vida del dogma es la infalibilidad el órgano regulador y propulsor, como el corazón que en el medio del pecho bate tranquilamente la medida.

3. Infalibilidad no es ciencia universal.

Algunos católicos poco instruidos se imaginan quizá la Infalibilidad como un estado de ciencia actual, y al Papa flotando en mares de certidumbre infusa, ideal y sintética acerca de todas las cosas divinas.

Si no hay católicos tan sencillos, protestantes sí que los hay; y de esta gruesa fantasía brota la objeción anglicana que arbola cándidamente Chillinworth, por ejemplo: “Vamos a ver; si el Papa es infalible, ¿por qué no publica un comentario infalible de todos los versículos de la Escritura?” (Murray, De Ecclesia, t. II, p.361). Como si dijeran: “Si el Papa es infalible, que resuelva el problema aeronáutico de volar sin motor.”

De esta concepción nace también otra idea simplista, que ha cristalizado en el libro de Augusto Sabatier, Religions d’Authorite et la Religion de l’Esprit.

Representan la historia de la religión de Cristo como una lucha continua entre la Autoridad y la Razón, con mayúscula; y atribuyéndose a sí mismos la libertad de la razón, nos regalan gentilmente la esclavitud de la Autoridad. En la cual mazmorra papal el entendimiento del pobre papista tiene que estar preparado para recibir cada día nuevas listas de credenda, nuevos dogmas y verdades que, so pena del infierno, debe creer ciegamente, aunque contradigan todo lo que creyó ayer y creerá mañana. Claro que Sabatier no lo dice así, porque tenía más talento que eso; pero así lo dicen al pueblo los bautistas yanquis en la plaza Once de Buenos Aires y los anglicanos en el Hyde Park de Londres.

Pero no hay libertad para el entendimiento fuera de la verdad. Es no saber ontología, tener por un bien la libertad de pensar el error, que no es más que la esclavitud del espíritu a la carne y al orgullo. “La gente libre debajo de Dios” , llama San Agustín al pueblo cristiano.

Es no saber psicología, ignorar la elástica energía del entendimiento del hombre, centuplicada bajo la compresión benéfica de la Verdad Divina, como ya notara Aristóteles (X Etic., c. VII; De pan. anim. II), la elástica vitalidad de ese hijo del cielo, que como Anteo, hijo de la tierra, a cada golpe más gozoso salta y con freno es cuando más gallardea, piafa y salva barreras, mientras que sin freno se desboca y precipita.

Es no saber historia, ignorar por una parte el edificio estupendo de la Teología Católica, más sublime que la metafísica aristotélica y la ética platónica, que no son más que sus basamentos, arquitecturado bajo el rol de la Infalibilidad, por mentes como Atanasio, Agustín y Tomás de Aquino; ignorar, por otra parte, la descomposición casi instantánea de la teología protestante en manos del libre examen, la carrera al ateísmo pasando por el protestantismo liberal y el racionalismo, que hacía retroceder espantada en 1833 al alma religiosa de Newman y la ponía sobre el rastro de Dios. Descomposición de la cual escribió el mismo Loisy, a propósito de la encuesta “Jesus or Christ?” del Hibbert Journal: “Se siente uno tentadísimo de pensar que la teología contemporánea -excepción hecha de la católica romana…- es una verdadera torre babélica, donde la confusión de ideas es peor aún que la diversidad de lenguas.

Es que dentro de la palestra de la Infalibilidad hay espacio amplísimo para el torneo formidable y benéfico de la Razón y la Autoridad Divina, para que se agarren Agustín y Jerónimo sobre los ritos judaicos, tomistas y suaristas sobre los Auxilios, mientras que fuera del recinto trazado por Dios mismo, la razón rebelde galopa al escepticismo que es su ruina, detenida un momento solamente por otra Autoridad bien innoble y esclavizante, la autoridad humana de un Estado civil, del Rey de Inglaterra, jefe de la Iglesia Anglicana; del ex zar Romanoff, ex jefe de la Iglesia Rusa.

De modo que el magisterio infalible de Pedro no es la plenitud de la ciencia adquirida ni de la ciencia infusa; y no ha sido instituido por la Providencia para crear nuevas creencias y dogmas, sino “para custodiar incorruptas las creencias reveladas por Jesucristo-Dios, ni una más, ni una menos” (“para que no andemos vagando a todo viento de doctrina”), a través de todas las vicisitudes de los tiempos, hasta el fin. He aquí cómo la entiende un gran escritor ateo, y hoy amigo de la Iglesia, pero que ha leído historia: “El viejo de blancos hábitos que asienta en la cima del sistema católico puede parecerse a los príncipes de horca y cuchillo cuando corta y separa, expulsa y fulmina; pero la mayor parte de las veces, su autoridad participa de la función pacífica del maestro de coro, que marca el compás de un canto que sus coristas conciben como él y al mismo tiempo que él.” (Charles Maurras, Politique, Dilemme I, pág. 382)

4. Infalibilidad no es poder despótico de gobernar la Iglesia y aun los Estados.

El Sumo Pontífice es jefe supremo de la Iglesia y su potestad es inmediata, ordinaria y episcopal. No podría, sin embargo, disolver el Episcopado, que es institución divina; porque Cristo quiso que fuese monárquico-aristocrático el gobierno de esta sociedad visible y cuerpo místico. Pero este poder de mandar, que llaman de imperio, no es el poder de enseñar, que llaman de magisterio, al cual está prometida la Infalibilidad. Lo cual no impedirá que el tigre Clemenceau vocifere en el Senado en 1864, cuando se iba a definir: “Quieren hacer [los ultramontanos] al Papa como en los tiempos en que los reyes eran sus tenientes”; porque ¿qué obligación tienen Ellos (“What They don’t know” que dice Chesterton) de saber estas cosas?

Sobre el poder temporal de los príncipes, los Papas no tienen ninguna jurisdicción directa, como han enseñado casi unánimemente los Teólogos, Santos Padres, Apóstoles y el mismo Cristo. Es conocido el ejemplo del jefe del Centro Alemán Mallinckrodt negándose a seguir una insinuación meramente política de León XIII (votar las leyes militares de Bismarck), por parecerle dañosa a la patria, conducta que fue aprobada por el mismo Pontífice.

¿Qué es, pues, la Infalibilidad?

La Infalibilidad Pontificia no es más que la promesa del Hijo de Dios de que la fe de Pedro y sus sucesores no fallará; antes bien, servirá de sostén a sus hermanos, y de este modo la Iglesia de Pedro será hasta el Fin del Mundo columna y fundamento de la verdad revelada. Para negar que Dios pueda hacer eso, hay que negar que hay Dios.

¿Cómo lo hará Dios, por revelación, por inspiración, por simple vigilancia, por su eterna presciencia sola y habitual providencia?… El hecho es que si lo ha prometido, lo hará.”

lunes, 15 de abril de 2019

Nueva convocatoria para la Faja de Honor Padre Leonardo Castellani

aica.org  |  Especial  |  Libros y Revistas
Lunes 15 Abr 2019 | 11:40 am

Buenos Aires (AICA): El Comité Ejecutivo del Libro Católico, que fundó y preside don Manuel Outeda Blanco, convocó a dos certámenes literarios, uno de ellos destinado a jóvenes estudiantes. Se trata del XXV Certamen Literario Católico Nacional “Cardenal Antonio Quarracino”, para trabajos de alumnos de los dos últimos años del ciclo secundario y, la 25° Entrega Faja de Honor “Padre Leonardo Castellani”, para obras cuyas primeras ediciones hayan sido publicadas en el año 2018.
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El Comité Ejecutivo del Libro Católico, que fundó y preside don Manuel Outeda Blanco, convocó a dos certámenes literarios, uno de ellos destinado a jóvenes estudiantes. Se trata del XXV Certamen Literario Católico Nacional “Cardenal Antonio Quarracino”, para trabajos de alumnos de los dos últimos años del ciclo secundario y, la 25° Entrega Faja de Honor “Padre Leonardo Castellani”, para obras cuyas primeras ediciones hayan sido publicadas en el año 2018.

XXV Certamen Literario Católico Nacional Cardenal Antonio Quarracino
Al recordar al cardenal Antonio Quarracino en el 21° aniversario de su fallecimiento, el Comité Ejecutivo del Libro Católico convocó al XXV certamen literario católico nacional Cardenal Antonio Quarracino, destinado a alumnos de los dos últimos años del ciclo secundario, quienes deberán presentar trabajos personales referidos al lema de este año: "La vida de los padres es el libro que leen los hijos” (San Agustín de Hipona).

El certamen, que tiene como finalidad promover la creación literaria y la edición de las obras de autores noveles, motivo por el cual el primer premio contempla la edición del trabajo ganador en la revista El Buen Libro, se llevará a cabo según las siguientes bases:

Bases del XXV certamen
1. Se convoca a alumnos y alumnas que estén cursando los dos últimos años del ciclo secundario.

2. Los trabajos presentados estarán referidos al lema “La vida de los padres es el libro que leen los hijos” (San Agustín).

3. Las propuestas contenidas en los trabajos deberán coincidir con las orientaciones fijadas en la materia por el Magisterio de la Iglesia Católica.

4. Los trabajos deberán ser personales, con una extensión máxima de 5 páginas tamaño carta y deberán estar impresos o mecanografiados a doble espacio en una cara del papel.

5. Los autores de los trabajos deberán firmar con sus nombres y apellidos reales y completos, indicando su domicilio (con mención del código postal), número telefónico y dirección electrónica. Indicarán también nombre y dirección postal y electrónica del colegio en el que cursan sus estudios.

6. Deberán presentar tres copias del trabajo en carpetas por separado, en cuya tapa figurarán el título, autor, datos personales y colegio en donde cursa (se aceptarán como máximo 4 (cuatro) trabajos por colegio).

7. Los trabajos deberán ser entregados personalmente o remitidos a nombre del XXV Certamen Literario Católico Nacional “Cardenal Antonio Quarracino”, Tte. Gral. Juan Domingo Perón 1281, (1038) Buenos Aires, de lunes a viernes de 10 a 18 horas.

8. El plazo de recepción de los trabajos vencerá el 30 de junio de 2019.

9. Las distinciones establecidas son:

Primer premio: Medalla de plata, diploma y edición de la obra.

Segundo premio: Medalla de plata y diploma.

Tercer premio: Medalla y diploma.

El jurado está facultado para adjudicar hasta 3 menciones.

Además se entregarán diplomas a los establecimientos de enseñanza en los que cursen sus estudios los autores distinguidos con premios y menciones.

10. El Jurado dará a conocer el nombre de los ganadores en la segunda semana de septiembre. El Comité Ejecutivo del Libro Católico enviará las correspondientes distinciones a los establecimientos educativos participantes.

11. Dado que entre los premios se encuentra la edición del trabajo, ésta se concretará dentro del año 2020.

12. El Jurado estará integrado por los escritores: doctor Jorge N. Ferro, profesora María Elena Vigliani de La Rosa y profesora Marta Susana Campos.

25° Entrega Faja de Honor Padre Leonardo Castellani
El Comité Ejecutivo del Libro Católico convocó también, por vigésimo quinto año consecutivo, a la Faja de Honor Padre Leonardo Castellani, que será otorgada a libros publicados en su primera edición durante el año 2018 y que cumplan los requisitos establecidos.

La faja tiene doble objetivo: rendir homenaje a la memoria del gran escritor y pensador católico padre Leonardo Castellani y alentar a los autores argentinos cuyas obras, a juicio del jurado, merezcan tal aliciente.

Los organizadores tienen el propósito de estimular "a quienes con su labor continúen la línea sostenida por el padre Castellani a lo largo de su vida, al servicio de la Iglesia y de la Patria". Por eso las obras que se presenten, además del requisito de ser primera edición, su contenido debe constituir, de una u otra manera, un aporte a la cultura nacional coincidente con los valores en que se funda la civilización cristiana".

El concurso se efectuará según las siguientes bases:

Bases de la 25 Entrega Faja de Honor
I. Objetivos: El otorgamiento de la faja tiene un doble objetivo: rendir homenaje a la memoria de ese gran escritor y pensador católico que fue el Padre Leonardo Castellani y, además, alentar a los autores argentinos cuyas obras, a juicio del jurado, merezcan tal aliciente.

II. Orientación: Los organizadores desean estimular a quienes continúen con su labor la línea sostenida por el Padre Castellani a lo largo de su vida, al servicio de la Iglesia y de la Patria.

III. Ámbito: El ámbito para la elección de los trabajos que resulten premiados es amplio, y no tiene limitaciones por materia ni forma de trabajo, (ensayos, narrativa, teatro, poesía), reduciéndose los requisitos fijados a: 1) Que se trate de obras editadas en su primera edición. 2) Que su contenido constituya, de una manera u otra, un aporte a la cultura nacional, coincidente con los valores en que se funda la civilización cristiana.

IV- Plazo: Las obras que serán consideradas para recibir la Faja de Honor deberán haber sido publicadas dentro del año calendario anterior a aquel en el que sean premiadas. El plazo de presentación vencerá el 30 de junio de 2019 y el jurado se expedirá en la segunda semana de septiembre del corriente año, mientras que el Comité Ejecutivo del Libro Católico dará a conocer las correspondientes distinciones a los autores o editoriales participantes.

V. Forma: Los autores podrán presentar directamente sus obras en el Hogar de la Empleada, Tte. Gral. Juan Domingo Perón 1281, (1038) Buenos Aires, de lunes a viernes de 10 a 18 horas, o enviarlas allí por correo a nombre de: Faja de Honor “Padre Leonardo Castellani". En cualquiera de los casos, se acompañarán 4 ejemplares de las obras, sin obligación de los organizadores, de devolverlos.

VI. Distinciones: Las distinciones a otorgar serán las siguientes:

Primera, segunda y tercera Faja de Honor a las obras que resulten premiadas, por su orden.

Se otorgarán diplomas a los autores para acreditar su distinción.

El Jurado está facultado para otorgar hasta tres menciones.

VII. El Jurado destinado a discernir entre las obras presentadas estará integrado por el doctor Juan Luis Gallardo, el presbítero doctor José Ignacio Ferro Terrén y el doctor Horacio Sánchez de Loria.

Mayores informes: teléfono (011) 15-4470-7734: dirección electrónica: info@librocatolico.com.ar; sitio web: www.facebook.com/exposiciondellibro.catolico

sábado, 6 de abril de 2019

Linhas tortas

lunes, 25 de febrero de 2019

Apuntes sobre poesía /II




Este segundo volumen de Apuntes sobre poesía, Linhas tortas, toma su nombre de una serie de breves notas con ese título, que son sobre arte y belleza, y que están en contrapunto con unos textos del P. Leonardo Castellani. La serie está casi al final de este volumen que abarca apuntes que aparecieron en esta bitácora entre 2011 y 2013.

El trabajo de esta recopilación tiene cierta arduidad, que uno espera que no se traslade a la lectura. Por lo demás, tiene el beneficio cierto de permitirme repasar asuntos que de otro modo un servidor olvidaría casi por completo.