Cuando le anunciaron la muerte, Pilatos se extrañó de lo pronto; mejor podría haberse extrañado que no hubiese muerto antes.
Tres veces cayó bajo la Cruz, según la Tradición, en el empinado camino que, desde hace veinte siglos, llamamos la Vía Dolorosa; la Tradición también nos ha trasmitido el episodio de la compasiva mujer Berenice, que llamamos la Verónica; y los Evangelios nos narran el breve diálogo con un grupo de mujeres solimitanas, llorando ellas y amonestando Él; y la ayuda forzada del hombre de Cirene, Simón, a quien obligaron a llevar por un trecho la cruz. Tan rendido aparecía Cristo que los verdugos temieron muriese en el camino: el infierno quería su plan, quería su presa: los judíos querían un Crucificado no un muerto de cansancio. Muchos azotes y golpes recibió sin duda al detenerse o al caer, antes de llegar a la cima de aquella loma.
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