Leonardo Castellani, El Ruiseñor Fusilado (Athanasius Editor), 156 pp., 15 x 20,5 cm.
Los sucesos de la vida de Verdaguer no son obscuros; son, en todo caso, confusos; pero es porque se ha volcado adrede confusión encima, en estos tiempos que vivimos de confusión. La vida del poeta sacerdote fue enteramente límpida: si de algo pecó, fue de ingenuidad. Su psicología es cristalina: fue un payés genial, un gran poeta de origen humilde, barrido por una tormenta social demasiado grande para sus fuerzas psicológicas; y en el fondo, una víctima del fariseismo. Por lo tanto, una especia de mártir y una especie de soldado que cae abrazado a su bandera. Sugestionable y terco, si se quiere; de una emotividad y sensibilidad extraordinaria --supuesto que sería injusto decir enfermiza--; pero, ¿hubiera podido ser gran poeta de otro modo?Su obra literaria, y su vida misma, fue tronchada de golpe al llegar a su madurez, en medio de tormentos morales y materiales severísimos. La Providencia quizá depuró su alma y la llevó a la perfección por lo que se ha llamado su 'tragedia', o su 'eclipse'. Sin 'quizá'. Pero estos son arcanos divinos; y lo que le interesa al estudioso es el 'problema humano' de Verdaguer: al psicólogo, al moralista, al sociólogo, al teólogo.Los 'sucesos' no son obscuros. En todo caso, lo que hay de obscuro es la raíz última de los sucesos, que allí sí hay tinieblas. El problema es hondo. Claro que no vamos a blasonar de resolverlo todo; pero se puede tratar de reflexionar sobre él con serenidad y franqueza. Es de justicia hacerlo.
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