Uno de los primeros medios donde publicó el
Padre Leonardo Castellani, ya sea con su nombre o bajo seudónimo, fue la
revista mensual Ichtys. Esta revista,
que apareció durante casi diez años entre julio de 1921 y abril de 1931, y
era la oficial del Centro de Estudios Religiosos para Señoras y Señoritas, estaba
entonces dirigida por la Sra. Delfina Bunge de Gálvez y la Srta. Sofía Molina
Pico —ambas exquisitas poetizas y poseedoras de una profunda cultura—.
Especialmente la primera, amiga íntima de
Victoria Ocampo (¡tan distintas!) y que estaba casada con el escritor Manuel Gálvez
(fruto de su luna de miel en España —nada común en tiempos de francofilia— fue El solar de la raza), fue una de las
primeras “protectoras” del joven Castellani, impulsándolo a escribir y publicar
sus fábulas, otras historias y sus primeros ensayos.
Su nieta, la historiadora Sofía Gálvez, dejó
publicada una semblanza de esta notable mujer en el diario La Nación (30 de marzo de 2002), que reproducimos a continuación.
La memoria de un país
Delfina Bunge fue sin duda una mujer especial para su época. A 50 años de su muerte, su obra sigue ofreciendo un testimonio lúcido y profundo sobre la vida nacional
Hace cincuenta años, el 30 de marzo de 1952,
moría en Alta Gracia Delfina Bunge de Gálvez. La escritora, casada con Manuel
Gálvez, pertenecía a una típica familia de la clase tradicional porteña del
siglo XIX, con un abuelo extranjero (el alemán Karl August Bunge) y los otros
tres de vieja raigambre hispanocriolla. Sus dos abuelas, Genara Peña y Lezica
de Bunge y Luisa Sánchez de Arteaga, eran muy amigas de Mariquita Sánchez,
quien habla de ellas en cartas a su hija Florencia.
Nacida en diciembre de 1881, empezó a escribir
los treinta cuadernos de su diario cuando tenía 15 años y lo siguió haciendo,
casi sin interrupciones, hasta su edad madura. Es este un testimonio lúcido,
profundo y a la vez ameno de esos años cruciales en que se va gestando la nueva
Argentina.
Su niñez está relatada en Viaje alrededor de mi infancia, encantador libro de memorias que
agotó cuatro ediciones (la última de Peuser en 1956). El diario es un documento
único en la literatura argentina por la extensión de tiempo que abarca (1897 a
1920), la enorme cantidad de páginas que emplea (unas 10.000) las descripciones
de usos y costumbres de fines y principios de siglo y la profundidad de sus
observaciones. Igualmente atractiva es la pintura de personajes de la época
(famosos o anónimos) como los viejos hermanos Anchorena, el general Mitre, sus
amigas (entre las que ocupó Victoria Ocampo un lugar especial, reflejado en más
de cincuenta cartas) o sus propios hermanos: Carlos Octavio el escritor,
Augusto el futuro diputado socialista, Alejandro el economista precursor del
MERCOSUR, Jorge, el fundador de Pinamar, etc.
El “debut” literario de Delfina se realizó en
forma casi accidental en 1904, cuando unas páginas de su diario, donde
retrataba a jóvenes amigas, traducidas por ella misma al francés, resultaron
premiadas en el certamen de Fémina,
revista parisina muy leída por la sociedad porteña. Este primer éxito le valió
casi tantos elogios como críticas cuando quisieron publicar su foto en la
revista Caras y Caretas. “Esto hunde
a una niña en sociedad”, fue el comentario de alguno.
La consecuencia mas perdurable de aquella
distinción recibida en Francia fue conocer a Manuel Gálvez, tímido muchachito
provinciano de 22 años, que fue a visitarla y pedirle el artículo premiado para
publicar en la revista Ideas por él
mismo dirigida. El mutuo enamoramiento hizo desistir a Delfina de una
pretendida vocación religiosa, pero el noviazgo fue largo y difícil: mientras
ella se reponía de una improbable tuberculosis en distintos lugares de las
sierras de Córdoba y empezaba a escribir sus primeras poesías en francés,
Gálvez viajaba a Europa y luego recorría el país por su cargo de Inspector de
Enseñanza Secundaria. Todo este noviazgo está ampliamente tratado en su diario
y en la abundante correspondencia que mantuvieron. Se ve allí la lucha entre el
puritanismo victoriano de fin de siglo y los genuinos sentimientos que debían
ser reprimidos o sublimados de acuerdo con los códigos de la pacata moral
imperante.
¿Fue Delfina Bunge una rebelde para su tiempo?
En cierto sentido sí, como lo demuestra su ensayo Las mujeres y la vocación, escrito y publicado en la década del
veinte o los artículos escritos para La
Nación y otros periódicos, donde critica usos, costumbres y mentalidad
vigente. Mantuvo sin embargo intacta su fe religiosa y su devoción por la vida
de familia a la que asignó un papel fundamental en la formación del intelecto y
el espíritu.
Casamiento y maternidad no fueron un obstáculo
en su vocación literaria. Por el contrario, recién después de casada comenzó a
escribir y publicar sus primeros ensayos. De soltera solo había escrito poesía
en francés y cuatro libros de lectura para primaria en compañía de su hermana
Julia Valentina. Después de su casamiento, la imprenta Lemerre publicó en
Francia en 1911 su primer libro, Simplement,
que recibió elogiosos comentarios de poetas como Rubén Darío quien en una carta
la llama “la prodigiosa señora de Gálvez”. Algunas poesías de este libro fueron
traducidas al castellano por Alfonsina Storni y publicadas en 1920 con prólogo
de José Enrique Rodó. La experiencia de la maternidad le inspiró unas páginas
tituladas El alma de los niños, que
tuvo dos ediciones. En 1922 su ensayo Las
imágenes del infinito, fue premiado en el concurso literario municipal.
Esta obra dejó asombrado al filósofo Alejandro Korn, quien no podía creer que
su autora no tuviera formales estudios universitarios. Ese mismo año había
publicado con éxito Las mujeres y la
vocación y al año siguiente El Tesoro
del Mundo. En 1924 escribió el libro de cuentos Oro, incienso y mirra, ilustrado por Guillermo Butler y en 1926 Los malos tiempos de hoy. Le sucedieron
otros ensayos sobre temas diversos: La
vida en los sueños, Viaje alrededor
de mi infancia, En torno a León Bloy,
Cura de Estrellas, etc.
Pero lo que mas repercusión tuvo fue el
artículo sobre el 17 de octubre publicado el diario El Pueblo. Cantidad de suscriptores se borraron, el director debió
renunciar y algunos conocidos llegaron a negarle el saludo por su actitud de
comprensión hacia el nuevo fenómeno de masas iniciado en 1945. Según Félix
Luna, su voz fue la única sensata. En ese momento de descontrol
político-emocional ella habló con total objetividad sobre lo que estaba viendo
desde su balcón de la calle Santa Fe: allí no había violencia ni resentimiento,
solo rostros humildes, cansados y felices de ser protagonistas, por primera
vez, en la gran ciudad que les volvía las espaldas.
Junto a su amiga Guillermina Achával, puso todo
su entusiasmo y esfuerzo en la construcción de la gruta y capilla de Nuestra
Señora de Lourdes, en las sierras de Alta Gracia que reúne actualmente a
millares de devotos el 11 de febrero y es visitada por cantidad de turistas
durante todo el año. En esas sierras que conocía y amaba desde su juventud,
murió Delfina Bunge repentinamente el sábado 30 de marzo, durante las
celebraciones por los 25 años de la consagración de la Capilla de la Gruta.
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