Es notable lo que mandó Cristo acerca de los profetas y apóstoles que prometió mandar a su Iglesia en el curso de los siglos hasta la consumación de ella: mandó que “los reconociéramos”, que “supiésemos distinguirlos”, que “los recibiésemos”. “El que recibe a un profeta como profeta, dijo, tendrá recompensa de profeta”.
Es difícil y meritorio reconocer a los profetas actuales mientras viven; a los que han muerto ya están en los altares muy pintaditos y acicalados, que no se mueven ni estorban, eso es fácil y no incomoda. Pero ahora las curias ¿reconocen a los profetas actuales y los reciben?”
Carta al Nuncio Zanín
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