Ahora hay que dejar obrar a Dios: Él sabe qué me conviene. Estoy tan en paz con mi conciencia, que creo no debo moverme ni un ápice, ni hacer la menor moción para que me "rehabiliten", como dicen mis amigos (cosa que no veo cómo podrían hacer); habiendo hecho ya esfuerzos ciclópeos, y todo cuanto estaba en mi mano (y aun en mi pie), para hacerles capaces de la verdad -o al menos, para dar testimonio de ella. Eso es todo lo que Dios nos pide.
-- De una carta a Horacio Caillet-Bois (1951).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario