Punto de encuentro de todos aquéllos que estén interesados en vida y obra del Padre Leonardo Castellani (1899-1981)

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martes, 24 de enero de 2017

El diario "La Prensa" recuerda a Castellani II: Entrevista al Dr. Randle

Publicamos los otros días la entrevista que Agustín De Beitía le hizo al R. P. Alfredo Sáenz S.J. y la nota de Sebastián Sánchez comparando a Castellani con Castañeda. Hoy nos complace publicar la segunda parte del especial del diario La Prensa con la entrevista de Jorge Martínez al Dr. Sebastián Randle, fragmentariamente reproducida en la bitácora Que no te la cuenten.

Cultura

Un profeta ante la "gran calamidad"

22.01.2017 | El biógrafo del padre Castellani explica el destino singular del olvidado sacerdote y escritor. Sebastián Randle sostiene que el autor de "El Evangelio de Jesucristo" era un tipo difícil al que le tocó denunciar la Gran Apostasía. Ni entonces ni ahora se le prestó la debida atención.

Por Jorge Martínez


Hace tiempo que no se habla del padre Leonardo Castellani. Un olvido injusto por donde se lo mire, que a la vez pasa por alto la profundidad de una de las grandes mentes del catolicismo de habla hispana en el siglo XX, y soslaya el talento literario de sus numerosos escritos repartidos en libros, artículos, conferencias y homilías.

Políglota, teólogo y exégeta, pero también periodista, crítico literario, poeta y novelista: Castellani (1899-1981) dejó una obra tan vasta -al menos 60 volúmenes- como rica por la agudeza de sus reflexiones y el encanto de su estilo, una marca inconfundible del autor. Ese estilo personalísimo que nunca perdía el humor ni la campechanía aunque hablara del Reino de los Cielos, el Fin de los Tiempos o la Parusía y que era como el destilado accesible al lector corriente de una honda sabiduría acumulada en decenios de estudio y oración.

Era ese uno de los muchos rasgos que lo acercaban a G.K. Chesterton, escritor al que admiraba y al que tanto se parece pese a las diferencias de temperamentos y peripecias vitales.

Castellani fue un personaje a todas luces extraordinario que hace algo más de un decenio encontró al biógrafo digno de su estatura. El doctor Sebastián Randle, hombre de la Justicia, aficionado a las letras y católico combativo, acometió la empresa en sus ratos libres como trabajo de amor y de reparación. El resultado fue Castellani, 1899-1949, biografía monumental publicada en 2003 por la editorial Vórtice, que recorre la mitad de la vida y la obra del sacerdote nacido en Reconquista, provincia de Santa Fe. Y que lo hace con las adecuadas dosis de fe, cultura y buen humor para mejor retratar a semejante biografiado. En marzo próximo saldrá la continuación de esa obra insustituible.

Mientras aguarda esa nueva publicación, Randle accedió a responder por correo electrónico algunas consultas de este diario sobre el hombre al que dedicó toda una vida de lecturas y -al menos- dos decenios de investigación y escritura.

-A pesar del olvido ominoso en que cayó, el padre Castellani fue, como autor, muy leído e influyente, al menos dentro de ciertos sectores. ¿Cómo podemos medir hoy la influencia cultural, política y hasta teológica que tuvo en su tiempo?

-Yo creo que es una pregunta imposible de responder, a menos que distingamos y digamos con toda claridad qué cosa queremos decir con "influencia". Si de números de personas se trata, puede que el grupo de "influenciados" sea relativamente importante. Pero si la "influencia" refiere a la gente que realmente lo entendió, que le fueron fieles luego, que se hicieron (de una u otra manera) discípulos de él, me parece que son pocos, muy pocos. De entre mis amigos, los que realmente entendieron a Castellani, son poquísimos. Eso a él lo tenía sin cuidado y a mí, ¿qué quiere que le diga?, también.

-Hay en la obra de Castellani un estilo característico, rápidamente identificable, un encanto muy personal. Usted lo define como propio de un "gran comunicador". ¿Cómo cree que lograba esa comunicación tan eficaz?

-Su poder de comunicación no tiene ningún secreto: había hecho los deberes, sabía su castellano (y seis lenguas más), sabía hablar muy bien (óiganse sus sermones que están en Internet) y escribía como los dioses. Tenía un inmenso sentido del humor y era original en extremo. Así cualquiera.

-¿Cuál es a su juicio el mejor libro? ¿Y por dónde recomendaría empezar a leerlo a quienes no lo conocen?

-Su mejor libro, a mi juicio, es El Evangelio de Jesucristo. Yo empezaría por ahí. O quizás, por algunas de las antologías de sus escritos, como la realizada entre nosotros por el P. Biestro o en España por Juan Manuel de Prada.

-En varios pasajes habla usted de un lado sombrío, "maldito", de Castellani. ¿A qué se debían esas aflicciones íntimas en una persona que por otra parte parecía ser tan creativa y enérgica?

-Vea, si a usted le pasa la mitad de lo que le pasó a Castellani en los primeros cinco años de su existencia, vaya si no va a tener "aspectos sombríos" y "lados oscuros" en su personalidad. En eso es obvio que Freud estaba en lo cierto. Pero además, si nos llegara a pasar la mitad de las cosas que le pasaron a él... pues... Pero, en fin, para contestar enteramente a su pregunta, no puedo sino referir, una vez más, a mi libro.

-Recuerdo que en alguna reseña Castellani definió al escritor inglés Hilaire Belloc como un "profeta". ¿Lo fue también el propio Castellani?

-Alguna vez hablé sobre este asunto de Castellani y sus dotes de profeta. Recurriendo a una categoría kierkegordiana, Castellani se reconocía un "singular" y en esa medida su voz resonaba con aires proféticos, malgré lui. Y no que fuera un caprichoso, como se lo ha acusado tantas inicuas veces, ni que quería hacerse el enfant terrible, ni que estaba loco. Castellani, como cualquier profeta, no tenía vocación ninguna por el martirio: no era un suicida y sabía que decir lo que tenía que decir le costaría carísimo. Pero como Jonás, quiso huir, refugiarse en una vida académica, en una tranquila studiositas de biblioteca, pipa y ocio intelectual. Pero Dios no lo dejó.

El profeta confrontará las potestades seculares si falta hace, pero habitualmente no es ésa su principal incumbencia, sino el confronto con las autoridades religiosas por esconder verdades que Dios quiere luminosas, la denuncia por permitir que la doctrina se corrompa o la acusación por vivir en colusión con el mundo mientras se degradan las costumbres. Por eso el profeta -a imagen de Cristo-, a la larga o la corta, se encontrará de topada con la jerarquía religiosa. Y la historia siempre se repite. Es cuando el pueblo cae en la apostasía que Dios envía al profeta para "chillar", para corregir el rumbo. Sólo que a Castellani le tocó venir a denunciar la Gran Apostasía, posiblemente la última. Era un tipo difícil, creía inminente el fin de los tiempos y nos previno de la Gran Calamidad por venir, a nosotros, los fieles de los países del Plata, desde su ignominia, noche oscura y destierro. Y es parte no pequeña de la Gran Calamidad, que todavía, cincuenta, sesenta años después, aún no se le preste la debida atención.

-La Iglesia parece vivir hoy días de particular zozobra, que tal vez sólo puedan entenderse a la luz del Apocalipsis, libro que Castellani estudió y comentó toda su vida. ¿Se anima a conjeturar qué opinaría el padre a ese respecto? ¿O es que ya lo expresó en algunos de sus libros?

-En efecto, nos tocan vivir días tan oscuros que, por mi parte, no alcanzo a ver casi nada. Y no, ni siquiera Castellani anticipó un Papa como el que tenemos, aparte de contar con un Papa emérito. No señor. Yo me he pasado la vida leyendo a Castellani pero confieso que todo eso me sirve de poco cuando contemplo lo que está sucediendo en la Iglesia. Claro que los fenómenos antiguos que persisten, eso sí, Castellani ayuda a verlos, cosas como el fariseísmo por ejemplo, o la onda anti-parusíaca, se ven con toda claridad. Pero hay cosas nuevas como el plebeyismo y la nadeidad de Bergoglio que a uno lo dejan completamente perplejo. Porque a él, a Bergoglio, digo, ni para Anticristo le da, no señor, no le da el cuero. Y luego, él es el perfecto anti-Castellani ¿no? El jesuita que no estudió nada, que no sabe nada de nada, el progre-peronista diletante y falsificador, el amado del mundo, el irreverente y adulador del mundo al que le fue tan, pero tan bien, que llegó a Papa. ¿Qué le parece? Sí señor, es el anti-Castellani, perfecto. Y ¡sandiez! también es argentino.



lunes, 23 de enero de 2017

El diario "La Prensa" recuerda a Castellani

Cultura
Dos patriotas borrados de la historia oficial argentina
22.01.2017 |

POR SEBASTIAN SANCHEZ


"Yo no creo en encantadores pues por gracia de Dios soy cristiano a puño cerrado".
Francisco Castañeda

Diré lo que Dios me sopla
Y corríjame si miento;
El defender la Verdad
Es el primer Sacramento
Leonardo Castellani


Afortunadamente la historia de la cultura argentina es pródiga en pensadores lúcidos y buenos literatos aunque también es una crónica en exceso selectiva, de frágil y antojadiza memoria que eleva a pedestales y altares laicos a algunos y destierra al olvido a muchos otros. Sin duda entre estos últimos soslayados destaca el Padre Leonardo Castellani y también un frate suyo, figura insoslayable de la escena nacional del primer cuarto del siglo XIX.

Fray Francisco de Paula Castañeda, puesto que de él se trata, nació en Buenos Aires en 1776, el año de la creación del efímero Virreinato del Río de la Plata. Fue el primogénito de una familia acomodada y profundamente piadosa, por lo que no fue extraño que siendo un jovencito entrara a la Orden Seráfica, la de San Francisco, para iniciar la formación sacerdotal. A pesar de su natural bonhomía y su aguda inteligencia, el joven novicio tuvo algunos inconvenientes en sus primeros tiempos de seminario. Tal como él mismo narra en su periódico más conocido, Doña María Retazos, no podía combatir el sueño y éste le atrapaba en las horas y lugares más inconvenientes. A punto estuvo de ser declarado "inútil para la vida monástica" pero el maestro de novicios, veterano auscultador de almas, evitó su expulsión intuyendo que Francisco sería importante para la Orden. El año 1797 le encontró vistiendo el hábito de San Francisco como sacerdote.

Sabido es que el P. Castellani -que nació cuando moría el siglo XIX (1899) en Reconquista, Santa Fe- vistió también la sotana de una orden regular, la Compañía de Jesús, a la que ingresó en 1918. Si no tuvo problemas de sueño como Castañeda, sí se caracterizó desde novicio por una inteligencia vivaz y original. Mientras de día estudiaba a Francisco Suárez, el teólogo "oficial" de los jesuitas, de noche leía para su mayor provecho la Suma de Santo Tomás. Su singularidad e independencia de criterio, aunque sujetas por su proverbial docilidad a la Verdad, le ocasionaría al buen Leonardo no pocos problemas en la Compañía, que se agravarían con el correr de los años.

HOMBRES SABIOS

Más allá de las distancias obvias, no son pocos los paralelos vitales a trazar entre Castañeda y Castellani. Ambos se dedicaron con provecho a la literatura. Es cierto que Castellani -"género único" se ha dicho de su talento- incursionó con hondura en muchos ámbitos de la vida intelectual: a través de cuentos, fábulas, poesías y ensayos abundó sobre psicología, historia y política, homilética, filosofía y teología; pero también es verdad que Castañeda dejó una enorme obra periodística que no sólo describía "lo que pasa" sino también y fundamentalmente "lo que es".

Castellani pensó y amó a la Argentina con una profundidad inédita en esta tierra, pero Castañeda -tan amante de la Patria como el jesuita- dedicó afanosamente sus días a la vida pública o, para mejor decirlo, a testimoniar a Cristo en la vida política.

Fueron hombres sabios, de gran formación y no pocos honores académicos, y también desdeñosos de la falsa erudición, de la pomposidad estulta de los doctores, de la fatuidad del académico sonso. Por eso escribieron "en criollo", reconociéndose hijos de la tierra sin desestimar la verdad universalmente enseñada. Dominaron la ironía y la mordacidad, no con el desparpajo del comediante sino con el buen humor del sabio, y combatieron el error (cuidando siempre del que yerra) a través de la maestría en el verso, en la cuarteta audaz, la fábula sarcástica o el epigrama genial.

Castañeda fue un gran orador sagrado que pronunció bellísimos sermones patrios pero sobre todo cultivó el periodismo, al punto de corresponderle la paternidad fundacional de la prensa argentina luego de 1810. Ese honor, que le fue escamoteado para serle dado a los ilustrados iniciadores de la Gazeta, es sólo un ejemplo de las injusticias que su figura ha sufrido. Baste mencionar que fundó veinticuatro periódicos que lo tuvieron por editor y único redactor, de los cuales editó siete al unísono mientras sus ejemplares se vendían como pan caliente entre los sencillos de la ciudad. Los títulos de sus diarios fueron desopilantes y geniales: El Despertador Teofilantrópico Místico y Político; La verdad desnuda; La guardia rendida por el Centinela y la traición descubierta por el oficial de día. Y un par más, de colección: Vete portugués que aquí no es y Ven portugués que aquí es.

Por su parte Castellani escribió en docenas de periódicos y revistas, católicas y nacionalistas, laicas y republicanas, aunque no liberales. Fundó incluso una revista que hizo historia: Jauja, y se jubiló como periodista y no como sacerdote. No obstante, lo suyo fueron los libros pues, como Chesterton, escribía uno a la menor provocación. Es tarea difícil elegir unos pocos títulos de su vasta producción pero baste con señalar Cristo, ¿vuelve o no vuelve?, Cristo y los fariseos, Psicología humana, San Agustín y nosotros, Crítica literaria, Su Majestad Dulcinea, El libro de las oraciones y Martita Ofelia y otros cuentos de fantasmas.

DOS REACCIONARIOS

Puede decirse que ambos fueron reaccionarios. Castañeda ejerció su "santa ira", como dijo de él Capdevila, contra el liberalismo que -encarnado en Rivadavia y su Reforma- amenazaba a la joven Argentina. Por su parte Castellani reaccionó a la continuación de esa "tradición" liberal que, consolidada y ampliada con el socialismo, irrumpía en todos los ámbitos: la política, la familia, la educación e incluso la Iglesia. Y a los dos la "reacción" les costó persecución, destierros, odios y penurias, no pocas veces ejercidas por sus superiores.

Y por eso hay un elemento más que aúna a nuestros curas: el sistemático y malintencionado olvido al que han sido condenados. Es cierto que Castañeda tuvo unos pocos buenos biógrafos (Capdevila, Furlong, Scenna) y que Castellani también los tiene (Randle, por ejemplo o Juan Manuel de Prada, que lo editó e hizo conocer en España y - ¡ay!- también a muchos argentinos). Todo eso es verdad pero no lo es menos que ambos han sido negados, vilipendiados, borrados de la historia de la cultura argentina. Ellos, que tanto hicieron por columbrarla. Uno y otro, valientes y brillantes, mordaces y caritativos, originales y desenfadados, irreverentes con el error y plenamente ortodoxos, fueron ambos patriotas de una Argentina tantas veces ingrata con sus mejores hombres.

Castañeda murió en Paraná en 1832, mientras terminaba de construir su enésima escuela. Castellani partió en 1981, en su viejo departamento de Buenos Aires, en el que se había convertido en Ermitaño Urbano. Quizás, sólo Dios lo sabe, andarán hoy compartiendo morada, discutiendo risueños y recitando aquellos versos diamantinos del Cura Loco:

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Cultura

EL PADRE ALFREDO SAENZ RECUERDA A UN RELIGIOSO QUE SOBRESALIO POR SU TALENTO, ORIGINALIDAD Y HUMOR

Castellani, un intelectual único

22.01.2017 | Escritor multifacético, su figura excede la generalidad de los pensadores argentinos. Brilló en el comentario de las escrituras y del Apocalipsis. Su humor y sus juicios duros le causaron problemas con los superiores.

Por Agustín De Beitia

El sacerdote jesuita Alfredo Sáenz, un reconocido escritor y conferencista, con más de treinta libros dedicados a la teología, la patrística y la historia, tuvo el privilegio de conocer al padre Leonardo Castellani y mantener con él un trato frecuente durante largos años. Doctor en Teología, con especialización en Sagrada Liturgia, miembro de la Junta de Historia Eclesiástica en Argentina, Sáenz recuerda en este diálogo con La Prensa la figura del autor de El Evangelio de Jesucristo y su aporte teológico.

-¿Cuándo conoció a Castellani? ¿Cuál fue su relación?
-Oí hablar de él cuando era niño. Había en mi familia una gran admiración por sus libros. Pero lo conocí muy tardíamente. Me llevaba más de 30 años. Cuando entré a la orden sabía de él pero de lejos. Había leído ya Camperas, esas fábulas tan lindas que él escribió. Una vez pasó por la pensión donde yo vivía como novicio. "Ahí va Castellani", comentó alguien, y nos quedamos mirando.
-¿Cómo era él?
-Era un hombre muy original. A veces, por este motivo, no caía en gracia entre los superiores. En una época de gran severidad en la forma de vestir él se ponía un cinturón de cuero sobre su sotana y andaba con botas. Decía que era para no mojarse los pies y no resfriarse. Tenía respuestas ocurrentes, medio absurdas. Era juguetón. Con el tiempo lo conocí más y leí todo lo que escribió. El me conoció cuando yo estaba en el seminario de Paraná. Después lo llevé allí a dar charlas.

TIMIDEZ

-¿Mantuvieron una relación desde entonces?
-Yo venía a Buenos Aires todos los meses para estar en contacto con mi orden. Era el "71 o "72. Y cada vez que venía lo iba a ver. Era un ritual. El vivía entonces en Constitución, en la calle Caseros, en un departamento en el sexto piso. Ahí conocí al Castellani íntimo. La primera vez que fui, lo recuerdo muy bien, me resultó desagradable. Fue por su timidez. Sus respuestas fueron casi monosílabos. Después él se soltó y pudimos tener largas conversaciones. Algo que me sorprendió es que era un completo inepto para cuestiones prácticas. Ni el café se preparaba. Era un hombre intelectual. Tenía un escritorio allí, una biblioteca magnífica. El escribió de todo, como se sabe. Escribió de teología, de filosofía. Era un hombre universal, multifacético. Un singular. Tenía un gran humor. El nuevo gobierno de Sancho es una obra buenísima. Hace pasar frente a Sancho, que tiene la sabiduría de un hombre muy humilde, al tanguero, al filósofo chanta, y este los va dejando en ridículo con preguntas. Pero hay que señalar una limitación. Castellani había hecho un relevamiento muy grande de la Iglesia preconciliar. Pero hasta su muerte no se metió con lo que pasó después del Concilio. Siempre me llamó la atención.
-Iba a preguntarle qué dijo él al respecto, siendo el Concilio un momento decisivo en la vida de la Iglesia...
-Cierta vez le propuse que hiciera un nuevo libro de Sancho haciendo pasar a figuras actuales: a profesores de escritura, con todas las macanas que dicen, a profesores de filosofía actuales. Se quedó mirándome en silencio.
-Castellani tuvo una relación conflictiva con su orden, fue amonestado y en 1949 expulsado como jesuita y suspendido "a divinis" hasta 1966, algo muy traumático para él. ¿Puede haber influido ese drama personal en su silencio sobre el tema?
-No creo que eso haya pesado entonces. El ya estaba viviendo en la calle Caseros y ahí no lo molestaban mayormente.
-¿A qué lo atribuye, entonces?
-El motivo no lo conozco. En sus libros siguió criticando asuntos y figuras preconciliares. Llegué a creer que estaría gastado... Siempre fue para mí misterioso.
-De la Iglesia preconciliar saltó al Apocalipsis, donde señaló las miserias de la Iglesia, ¿no es así?
-Sí. De eso habló, ciertamente. En mi libro El fin de los tiempos y siete autores modernos lo señalo. El no fue el único que habla de las dos bestias del Apocalipsis. La primera, el Anticristo, sería una entidad política. Esto lo dice Castellani. También Pieper. Otros autores sostuvieron que será una mentalidad que se hubiera impuesto a toda la sociedad. Pero una cosa no es excluyente de la otra. Puede ser una mentalidad encarnada en una autoridad política, en un orden mundial. Castellani señala que la primera bestia será un hombre que solucionará los problemas económicos, políticos, sociales, y que dará una felicidad inmanentista en el mundo. La segunda bestia, el dragón, que es el demonio, sería el sector adúltero de la Iglesia. El dice que tendrá una apariencia mansa, y que tiene razón Pieper en que encarnará la propagación pública y sacerdotal de los proyectos del Anticristo. Sería un sacerdote o un cardenal. Y sería la cuota seudo espiritual que se uniría a lo político. A juicio de Castellani su principal misión será la adulteración de la religión. No cree que se perderá la fe, pero sí se verá gravemente afectada. Todas las energías del demonio estarán concentradas en pervertir lo que es específicamente religioso. Esto lo expone, entre otros libros, en Su majestad Dulcinea.
-¿Diría que su conocimiento de la palabra de Dios fue muy profundo?
-Si. Tiene comentarios importantes, como El Apokalypsis de San Juan, El Evangelio de Jesucristo, un libro importantísimo. Sus sermones, en cambio, no eran tan buenos. Los gozaba quien era inteligente. Había cosas que las decía rápido y a muchos se le escapaban. El era desigual. Cada tres páginas tenía una genialidad. El resto era un poco vulgar. Era muy libre y salía con muchas cosas.
-¿Cómo medir la relevancia de sus escritos?
-En 1990, en una conferencia en honor a Castellani, el cardenal Quarracino, dijo de él cosas muy lindas. Dijo que fue un género único, por la multiplicidad de sus lecturas, su poder de síntesis, su estilo, su capacidad de poner en claro problemas muy abstrusos, su gracia tan particular, y llegó a considerarlo uno de los grandes talentos que regaló Dios a nuestro país. También recordó su vida dolorida, su inquebrantable fe y su amor por la Iglesia, pese a que alguna vez se lo consideró un rebelde. Y, claro, es cierto. Castellani a veces emitía juicios muy duros. Era difícil. Se divertía siendo desobediente. Una vez, por ejemplo, escribió un libro y en el prólogo ponía algo contra el cardenal Copello, que era arzobispo de Buenos Aires. Se burlaba. Como una bufonada. Tenía esas cosas. En las novelas ponía personajes reales, cambiándoles apenas una letra. Era muy obvio. Hay un padre que se llamaba Cravi y él decía: "ve la paja en el ojo ajeno y no ve la Cravi en el propio". Cierta vez, hablando de que la caridad debe empezar por los más cercanos, dijo: "si yo voy en un bote con mi madre y el padre Cravi, y se desata un temporal, yo salvo a mi madre". Cosas así. Era como un niño travieso. Quarracino dijo sobre esto: "su cólera era la efervescencia de su caridad".

DISPARIDAD

-¿Fue una mente superior, como suele repetirse?
-Una mente superior, sí, que excede la generalidad de los intelectuales argentinos.
-¿Y en términos teológicos, exegéticos?
-No todo es igual. Creo que en términos exegéticos no tanto. No dominaba el hebreo. No sé si era su fuerte. Sí, en cambio, el comentario a la escritura, pero más bien el comentario sapiencial. Los comentarios de los padres de la Iglesia son bellísimos. Son como iconos verbales. Castellani tiene esa forma que es muy linda.


ACTUALIZACIÓN (24/01/2017): Subimos copias de los artículos tal como fueron publicados en la edición impresa del suplemento cultural de La Prensa del pasado domingo 22.