Punto de encuentro de todos aquéllos que estén interesados en vida y obra del Padre Leonardo Castellani (1899-1981)

Para comunicarse con nosotros, escribir a castellaniana1899ARROBAgmailPUNTOcom

viernes, 22 de julio de 2011

Dar testimonio de la verdad y perplejidad


¿Qué ha de hacer un cristiano en una Iglesia decaída, digamos, corrompida; un hombre de verdad a quien le toca el sino de vivir en mala época? ¿Qué es lo que le exige y le permite la fe? ¿Puede callar? ¿Está obligado a hablar? El problema se complica terriblemente con otras preguntas. ¿Qué misión pública tiene? ¿Hasta dónde está corrompida la Iglesia ? ¿Qué efecto positivo se puede esperar si chilla? ¿Cómo ha de chillar? La obligación expresa de “dar testimonio de la verdad”, que fue la misión específica de Cristo, se vuelve espinosa en Sócrates, angustiosa en un pastor como Kierkegaard, perpleja hasta lo indecible en un simple fiel.”

Cristo y los Fariseos


jueves, 21 de julio de 2011

El caso Haroldo Conti: Un capítulo poco conocido de la vida del Padre Castellani

El 5 de mayo de 1976 era secuestrado el novelista Haroldo Conti. Su viuda, desesperada, habla con todo el mundo pidiendo ayuda. Hasta que da con Castellani...


“... Leonardo Castellani, el sacerdote, un tipo de derecha, pero a mí me respondió de una manera increíble... Fui a verlo a la casa porque en el número anterior de la revista Crisis había salido una nota que Haroldo le hizo a Castellani, y está la foto de Haroldo vestido con la sotana. Cuando fue el secuestro, la revista Crisis era como el centro de operaciones. Entonces, Marta Lynch fue a hablar con Sábato, y Sábato le dio su palabra de que iba a pedir por Haroldo. Con Borges ni siquiera intentaron. Se mencionó a Castellani, y yo dijo: ‘Lo voy a ir a ver a él’. Me acuerdo que fui y estaba en cama, estaba muy mal de salud. Tenían ese famoso almuerzo.
- ¿Qué almuerzo?
- El almuerzo de los escritores, ¿te acordás? El que tuvieron con Jorge Videla.
- Ah, sí, sí.
- Estuvieron Sábato, Borges, Castellani y Esteban Ratti, que estaba en la SADE en ese momento; también fui a hablar con él, y los dos respondieron.
- ¿Castellani y Ratti?
- Sí, sí, me acuerdo de que lo fui a ver y le conté lo que había pasado. Castellani se quedó perplejo y me dijo que él había desistido de ir a ese almuerzo porque se sentía mal de salud, pero que con esto que yo le contaba, exclusivamente iba a ir para pedirle a Videla por la vida de Haroldo, que iba a investigar hasta encontrarlo. Y así fue, así fue. Es más, él llamó a la casa de mis padres cuando hacía dos días que yo había entrado a la embajada y habló con mi mamá. De eso me enteré yo después, mucho tiempo después; yo en la embajada estaba incomunicada, no podía ver a nadie. Castellani le dijo a mi madre que quería verme urgente, que lo tenía localizado a Haroldo y que quería verme urgente, que tenía algo muy importante que decirme; mi mamá le explicó dónde estaba yo, y que no sabía cuándo iba a salir yo de ahí, que le dijera a ella, y él le insistió: ‘No, no, yo tengo que hablar con su hija.’ Después me enteré de que Castellani había logrado la autorización de salida para mí, para mi hijo y para Haroldo, para los tres, pero que cuando llegó ya era demasiado tarde. Le alcanzó a dar la extremaunción a Haroldo.
- O sea que Haroldo está enterrado.
- Sí, pero no sé dónde.
- Pero ¿cómo es que le da la extremaunción?
- Castellani lo va a ver al campo de detención clandestino, en Coordinación Federal, donde estaba en ese momento. Haroldo no lo reconoce, estaba moribundo.


-- Entrevista con Marta Scavac, “Jamás he dejado de hablar con Haroldo”, en José Tcherkaski, Conversaciones con mujeres de escritores (Bs. As.: Biblos, 2003).
En alguna próxima ocasión, quizá, nos ocuparemos del papel de los escritores "democráticos" en ese famoso almuerzo con el presidente Videla. 


miércoles, 20 de julio de 2011

Amigos

Yo tenía tres amigos. Uno me regalaba plata. Era un buen amigo.
El otro una vez me puso la mano sobre la mano y me djo:
-Si te matan, yo me haré matar por vos.
-¿Por vos o con vos? -le dije.
-Con vos -y no mentía. 
El tercer amigo cuando iba a verlo se ponía alegre.
Yo también me ponía alegre. Y estábamos alegres todo el tiempo.
Era mi mejor amigo.

Leonardo Castellani, BICHOS Y PERSONAS (Camperas), PLANTIN, pp. 241-242, Bs. As., 1951

El caso de Martita Ofelia

Nos preguntaban por este caso policial que, decíamos en una nota anterior de este bloc, impresionó a toda la Argentina y, en especial, al Padre Castellani; dedicándole éste uno de sus libros Martita Ofelia y otros cuentos de fantasmas (1939 la 1ª edición como Martita Ofelia: Romance para ciegos, y de 1944 la 2ª aumentada con el título que continuó en las siguientes ediciones).  Copiamos una nota aparecida en La Nación diario (como diría Castellani) en 2006. Existe, además, un interesante paper de Mariana Sandez que fue publicado en la revista Gramma de la Universidad del Salvador (enlace aquí).

Fotografía de Marta Ofelia Stutz
que apareció en todos
los diarios del país
(Archivo de Castellaniana.)

La desaparición de Marta Stutz

A Martita Ofelia Stutz su mamá le había dado permiso para que fuera a comprar el Billiken en el quiosco de la esquina. Nunca regresó. Nadie la volvió a ver, ni viva ni muerta. Martita tenía nueve años y vivía en el barrio San Martín de la ciudad de Córdoba. Como sucede con los crímenes que perturban a la sociedad, que rompen algo profundo en ella, nada fue igual después del caso Martita Stutz. Todo sucedió en 1938, el año en que Hitler ocupó Austria, México nacionalizó el petróleo, se suicidaron Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni, y River Plate inauguró el Monumental.

Los Stutz eran gente modesta, pero vivían con ciertas comodidades características de las familias argentinas de la época. El padre era empleado y la madre, ama de casa. Ocupaban una casa amplia en la calle Galán, a unos metros del boulevard Castro Barros. Córdoba era una ciudad provinciana en la que despuntaban rasgos modernos. Siesta y pujanza, peperina y cambio. Calles tranquilas, largos paseos al borde del arroyo La Cañada, pero también rascacielos en construcción. Los Stutz podían darse algún lujo, como tener una sirvienta con cama adentro.

Eran las once y cuarto de la mañana del sábado 19 de noviembre de 1938.

-Mamita, ¿me das veinte centavos para comprar el Billiken? -preguntó Marta Ofelia.

-Sí Martita, acá tenés. Tené cuidado al cruzar la calle.

¿Por qué habría de tener miedo esa mamá? Martita iba todos los días a la escuela en tranvía, con su papá, y volvía con una compañera que vivía en la misma cuadra. De todas maneras, rara vez salía sola. Pero aquella mañana la casa estaba revuelta: habían venido parientes de Buenos Aires.

Martita vestía un traje azul marino con la pollera tableada, medias tres cuartos, y en la cabeza, un moño blanco. La mañana del 19 de noviembre inauguraban un centro cívico en el barrio y había venido el gobernador, Amadeo Sabattini, motivo por el cual había mucha gente. El quiosquero se llamaba Manuel Cardozo y era de confianza. Luego, cuando la policía le preguntó, recordaría perfectamente cuando, tras comprar la revista, la nena Martita Ofelia se había vuelto a su casa, distante algunas cuadras. No notó nada raro. El boulevard Castro Barros estaba muy concurrido, pero la comisaría 9ª, que tenía su sede allí mismo, daba tranquilidad.

Al cabo de media hora, como Martita no volvía, la mamá comenzó a preocuparse. Fue hasta el quiosco. Llamaron por teléfono al padre, que estaba trabajando en las oficinas del Molino Centenera. La familia, junto con los vecinos, empezó a buscar a la niña por todos lados.

Al día siguiente, los titulares de los diarios de Córdoba olvidaron la Guerra Civil en España y salieron a la calle con un terrible anuncio: "Desaparece una niña misteriosamente". "Toda Córdoba busca a una nena. Podría ser un secuestro." Debajo, la foto de Marta Ofelia Stutz.

"Su carita de conejo blanco, de durazno maduro, llena de candor, sobre un torso macizo y desarrollado. ¡Nueve años!", escribiría Leonardo Castellani. Una imagen que se volvió pesadilla para los argentinos durante muchos meses.

¿Por qué la desaparición de Martita Stutz conmovió de esa forma al país? Quizá porque simbolizaba un miedo ancestral: el mal puede golpear también a los inocentes. Ese miedo se corporizó en los peores monstruos: los asesinos de niños; en 1440 fue Gilles de Reis, que mató a centenares de inocentes. En 1931, Peter Kûrten, llamado "el vampiro de Düsseldorf", cuya cabeza rodó bajo el hacha del verdugo.

La policía de Córdoba se puso a buscar frenéticamente a Martita. Desde el principio, flotaba en el ambiente un funesto presagio: estaba fresca la tragedia de Charles Lindbergh, el héroe de la aviación mundial, cuyo pequeño hijo había sido secuestrado y asesinado en 1932. En la Argentina, la Maffia había consumado raptos resonantes: en 1932, el del doctor Jaime Favelukes, luego liberado. El mismo año, el del joven Abel Ayerza, que apareció muerto. En febrero de 1937 fue secuestrado y asesinado en la estancia que sus padres tenían en Camet, Mar del Plata, el niño Eugenio Pereyra Iraola, de dos años.

Sin embargo, el caso de Martita Stutz era distinto. ¿De dónde sacaría la familia de un modesto contador los 100.000 pesos que se pidieron -y se pagaron- por el niño Pereyra Iraola? Aunque hubo algo más extraño aún en el corazón del caso Stutz: lo que todos daban por hecho no se produjo: no llegó ningún mensaje pidiendo rescate.

La cacería Al desvanecerse la hipótesis del secuestro extorsivo, quedaban dos posibilidades: venganza o crimen sexual.

La policía intentó reconstruir el posible itinerario de la niña.

-A Martita -repetía la madre, angustiada- yo le había enseñado todo lo que debe saber una nena: que tuviera cuidado al cruzar la calle, que nunca aceptara caramelos de un hombre, que no hablara con extraños.

La madre, quizás influida por los diversos rabdomantes y adivinos convocados para encontrarla, creía que Martita estaba prisionera en algún lugar de la misma manzana. ¿Se habría extraviado? ¿Era una travesura? ¿Estaba en casa de alguna compañerita? Cuadrillas policiales y efectivos del ejército recorrieron esa manzana; luego siguieron con ese y otros barrios. La ciudad entera fue rastreada en busca de pistas. Dragaron el fondo de La Cañada. Entraron en los viejos túneles que se abren en las barrancas del río Primero. Allanaron viviendas, chozas, depósitos, comercios. No quedó en toda Córdoba ningún presunto delincuente, ningún vagabundo, ningún sospechoso sin investigar.

El misterio se convirtió en un rompecabezas. Porque los testigos que la policía convocaba decían cosas distintas. Según el quiosquero, la niña había comprado la revista y regresado en dirección a su casa sin que nadie se le acercara. Domingo Flores, un peón de Obras Sanitarias que trabajaba en el lugar, la había visto a Martita alejándose de la mano de una mujer rubia con un vestido floreado. Dos niños, Hugo Giménez, de 7 años, y Antonio Cobos, de 12, del barrio de Villa Cabrera, se presentaron para contar que habían visto a alguien parecida a la niña en el camino a Pajas Blancas, donde hoy está el aeropuerto de Córdoba, que entonces era un siniestro descampado. Fue -decían los pequeños testigos- un rato después de la de­saparición. Iba en una voiturette verde, con la capota blanca baja. Según Hugo, la niña viajaba con dos hombres; según Antonio, con "un hombre gordo".

La policía buscaba ahora a una mujer rubia y una voiturette verde. No quedó rubia sin investigar. Tanto, que numerosas rubias cordobesas se tiñeron el pelo en aquellos días para poder pasear tranquilas por la avenida Olmos.

Entre tanto ir y venir, la policía descubrió una voiturette verde circulando no muy lejos del barrio San Martín. Detenido el conductor, resultó ser un hombre gordo llamado Domingo Sabattino, con antecedentes policiales por tráfico de licores sin estampillar. Sabattino siguió siendo sospechoso y pasó tres años preso. Finalmente, se determinó que nada tenía que ver con la desaparición de Marta Ofelia.

Los sospechosos Comienza una cadena de delaciones, un desfile de personajes estrambóticos que parecen salidos de una película delirante. Uno de los tantos investigados es un conductor de tranvías llamado José Bautista Barrientos, de 31 años, casado con una partera no diplomada, especialista en abortos y tiradora de cartas. En el patio de tierra de la casa que ocupaban los Barrientos, en el pasaje Rioja, la policía encuentra tierra removida. Cavan y aparece un colchón con manchas que parecían de sangre. Barrientos complica a un vecino llamado Humberto Vidoni, propietario de un horno de ladrillo en las afueras de Córdoba. La policía anuncia que se recogieron cenizas en ese horno. ¿Humanas?

Vidoni, interrogado en el Departamento de Policía de Córdoba, fue literalmente muerto a golpes: era una piltrafa cuando lo llevaron al hospital San Roque, donde falleció el día de Navidad de 1938. La investigación se había cobrado ya una vida. Según se averiguó después, las cenizas no pertenecían a una niña, sino a una persona adulta.

Se busca al monstruo La opinión pública, conmovida por la tragedia de los Stutz, pide a gritos que se encuentre a Martita, o al menos su cuerpo, y que se castigue a los culpables. El jefe de Policía Argentino Aucher -que en 1946 sería gobernador peronista de Córdoba- y el juez de instrucción Wenceslao Achával desatan una auténtica cacería. El juzgado contrata a Mono, un célebre perro-sabio que es llevado a la casa de la niña y luego al domicilio de los Barrientos. El animal, tras olfatear largo rato, se queda inmóvil ante. un tambor vacío. El juzgado llama al adivino y astrólogo Lucio Berto, a quien se atribuía haber descubierto a los autores de un asalto bancario, y el rab­domante formula un anuncio sensacional: ¡Martita está viva!

Esta premonición conmueve a la madre, para quien la niña no puede haber ido lejos:

-Si la hubieran forzado, Martita, que es una nena robusta y fuerte, se hubiera defendido.

La policía de Córdoba es reforzada por algunas figuras de la Policía Federal, como los comisarios Finochietto y Viancarlos. Este último era uno de los detectives que habían atrapado al Pibe Cabeza y otros mafiosos de fuste. ¿Podía ser la desaparición de Martita una venganza familiar? Se investigan a fondo los parientes de ambas ramas: los Stutz eran de Nueva Helvecia, Uruguay, y los Ceballos, apellido de la familia de la madre de Marta Ofelia, de Villa María. No había conflictos ni situaciones irregulares. Quedaba una sola hipótesis: el crimen sexual.

El padre de la niña ofreció recompensa y perdón a quien informara sobre su hija. La madre formuló un llamado dramático:

-¡Les daremos lo que quieran, pero devuelvan a la nena.!

En todas las paredes de la ciudad, afiches con la cara de Martita claman: "Se busca a esta niña". Los diarios de Buenos Aires dedican creciente espacio al caso. Crítica titula: "Como los antiguos caldeos, el juez Achával emplea la astrología para resolver un crimen".

El gobernador Amadeo Sabattini, enfrentado al gobierno conservador del presidente Roberto Ortiz, presiona a la policía para que resuelva el caso. Pero el resultado de esa presión es catastrófico. La pesquisa se vuelve incongruente y errática, orientada por las delaciones: llegaron a recibirse 3000 denuncias anónimas. Mitómanos y exhibicionistas envenenaron la investigación con mentiras y ocultamientos.

La creación del monstruo Durante toda la investigación, se sospechó que la clave del secuestro la tenía el matrimonio Barrientos. El hombre era una bala perdida: personaje turbio pero menor de la ciudad, en las diez declaraciones que formuló y en los tres careos a los que fue sometido, admitió su conexión con el crimen para luego desdecirse alegando torturas, que sin duda existieron. Sus confesiones hicieron perder mucho tiempo y no condujeron a nada.

La policía intentó una y otra vez probar esta hipótesis: los Barrientos, oscura pareja conformada por un confidente policial o mafioso de pacotilla y su celestinesca esposa, proveían menores para la diversión a ciertos personajes influyentes de la ciudad. Alguien, quizá los Barrientos o el propio Suárez Zavala, solos o en ilícita asociación, habrían raptado a Martita con esos fines y ella "se les quedó", por lo que fue necesario "hacerla desparecer". En esa trama, la policía intentaba involucrar a diversas mujeres rubias basándose en algunas de las muchas declaraciones espontáneas o "inducidas", como la del dueño de un restaurante en el camino a La Calera que dijo haber servido el almuerzo a una pareja (una rubia con un señor maduro) acompañados por una nena que parecía dormida o enferma. Ese gastrónomo terminó internado en un manicomio.

Pero faltaba alguien a quien acusar: "el monstruo". Entonces apareció en escena un perfecto candidato a culpable: un hombre que merodeaba por la ciudad, que conocía prostitutas, que estaba en contacto con figuras públicas y que, si bien no era un delincuente -no tenía antecedente alguno-, no era trigo limpio.

Quien introdujo en el caso a ese hombre fue una tal María Rivadero, huérfana de 17 años que había sido madre soltera a los 13, internada en el Asilo del Buen Pastor, pero que salía de vez en cuando para hacer faenas domésticas en casas que la requerían. Esto fue la que reveló la huérfana:

-Una tarde yo estaba en casa de una señora C., escuché a un hombre llamado Suárez Zavala, amigo de la familia; decía que le gustaban las menores.

-¿Qué menores?

-Niñas de 9 o 10 años.

Otra prostituta, una veinteañera llamada Laura Fonseca, tenía a S.Z. como cliente habitual y remachó el caso afirmando que, poco antes de la desaparición de la Stutz, el tal S.Z. le "pidió chicas".

Así se construyó la figura de Suárez Zavala como "el Vampiro de Córdoba". La defensa consiguió demostrar que los Barrientos traficaban con los favores sexuales de menores, incluidas algunas internas del hospicio, pero Martita Ofelia Stutz no estaba entre ellas. Antonio Suárez Zavala tenía un coche que no era una voiturette, sino un sedán Chevrolet, con el que se paseaba por toda Córdoba, pero no a la caza de presas incautas, sino para vender remedios a las farmacias (representaba a un laboratorio). Si bien al hombre no le disgustaba tirarse alguna cana al aire -y alguna de sus "amigas", como la Fonseca, lo traicionó acusándolo sin piedad- no era más que un señor casado y con hijos en busca de alguna distracción.

Las amistades del sospechoso con algunos policías y políticos le jugaron en contra. Contribuyó a su desgracia la incontinencia verbal de que hizo gala, sus contradicciones frecuentes.

Deodoro, por la defensa Suárez Zavala fue incomunicado y el juez le dictó la prisión preventiva. Nunca admitió ser el culpable, ni siquiera bajo tortura. Pero el juez Abalos elevó la causa a plenario acusando a Suárez Zavala por secuestro y homicidio y a los Barrientos por grave complicidad.

La esposa y los hijos del acusado lo acompañaron, pero la prensa lo lapidó, y estuvo muy cerca de ser linchado. De hecho, la policía apenas consiguió salvarlo de la multitud que llegó a pegarle y escupirle cuando, el 19 de diciembre, ingresó en los Tribunales para comparecer ante el juez.

Sólo una cosa le salió bien a Suárez Zavala. Aceptó defenderlo uno de los mejores abogados argentinos: el doctor Deodoro Roca, nacido en 1890, redactor del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria, polemista vigoroso, antifascista visceral, progresista sin partido. Roca estaba convencido de que Suárez Zavala era un chivo expiatorio. A pesar de ser una figura muy respetada en Córdoba, una muchedumbre apedreó la casa de Deodoro, que, desalentado, renunció a la defensa. Pero una carta abierta que le envió la esposa de Suárez Zavala convenció al jurista para reasumir el cargo. La defensa que hizo Deodoro Roca de Suárez Zavala es una pieza admirable que desmonta la manipulación de la opinión popular: "El sumario se fabricó bajo la presión de una enorme excitación pública. -sostiene allí Deodoro Roca-. Fue una inmensa marea donde iba turbiamente mezclado lo bueno y lo malo, el horror del crimen monstruoso y la indignación pública. junto con las más bajas pasiones, los intereses más oscuros."

El caso se politiza Como no podía ser de otra manera, la de­saparición de Marta Ofelia Stutz, un crimen que en principio sólo tocaba esferas privadas, se politizó. ¿Qué pasaba en la Argentina y en Córdoba en 1938? Eran muy distintos los respectivos gobiernos. Ocupaba la presidencia desde comienzos de ese año el doctor Roberto Ortiz, radical antipersonalista, candidato de la Concordancia, alianza entre los conservadores y los radicales antiyrigoyenistas. Ortiz, un abogado de empresas extranjeras, estaba afectado de diabetes y cedió el cargo a su vicepresidente, el opaco dirigente conservador de Catamarca Ramón S. Castillo.

Pero en Córdoba el panorama era distinto. Gobernaba desde 1936 el líder radical Amadeo Sabattini, carismático médico de Villa María, de probada popularidad en la provincia, sobre todo entre los chacareros. Para Sabattini era peligrosísima la repercusión del caso Stutz porque el gobierno nacional amenazaba al de Córdoba con la espada de Damocles de la intervención federal, un recurso que entonces se usaba con frecuencia. El crimen impune, el fracaso de la investigación, las salpicaduras que ella arrojó sobre la corrupción y la ineficacia de los políticos, hicieron tambalear el gobierno de Sabattini, que estuvo al borde de ser defenestrado. Los conservadores convirtieron el sepelio del hornero Vidoni en un acto político contra lo que llamaban despectivamente "el klan radical".

Desde muy distintas perspectivas, la de­saparición de Marta Ofelia fue considerada un símbolo de la decadencia política argentina: "Odiosa politiquería, infinitamente corrupta", apostrofó el escritor jesuita y heterodoxo Leonardo Castellani. No se quedó atrás el director de la revista Criterio, monseñor Gustavo J. Franceschi, al acusar a la "pasquinería" de oscurecer la investigación. Deodoro Roca, desde una perspectiva opuesta, también acusaba a la "prensa amarilla". Sostuvo que "para salvar grandes y proficuas ediciones, hubo que llenar páginas con títulos torcidos, con «picantes» escabrosos."

Crimen impune En abril de 1939 se cerró el sumario. Ni Suárez Zavala ni nadie pudo ser inculpado por homicidio, ya que al no hallarse los restos de Marta Ofelia Stutz no existía el cuerpo del delito. La acusación había sido por secuestro y proxenetismo. Suárez Zavala fue hallado culpable y condenado a 17 años de prisión. "Para ser culpable era poco y para ser inocente, mucho", se dijo sobre aquella sentencia que no conformó a nadie. El fallo del juez Wenceslao Achával fue apelado. Al emitir la sentencia definitiva, en enero de 1943, la Cámara del Crimen se dividió. El vocal Antonio de la Rúa consideró culpable a Suárez Zavala pero los otros dos camaristas, Alfredo Vélez Mariconde y Jorge Díaz, entendieron que las pruebas no bastaban para inculparlo. Por dos votos a uno se revocó el fallo de primera instancia: Antonio Suárez Zavala quedó en libertad.

El acusado había estado cinco años en prisión. Cuando salió de la cárcel, se expatrió a Chile. ¿Qué fue de él? Se perdió en el anonimato. Otros crímenes y los infinitos vaivenes de una historia agitada hicieron que la tragedia de Martita Stutz fuera olvidada o, mejor dicho, ingresara en esa forma distinta del olvido que es la mitología criminal.

Entre 1938 y 1943, cuando el telón se corrió sobre el caso, muchas cosas habían pasado: la suerte de Hitler estaba por cambiar en los campos helados de Rusia, pero ya había muerto buena parte de los sesenta millones de víctimas que dejó en herencia. Lisandro de la Torre se había pegado un tiro en su casa de la calle Esmeralda. El cardenal primado de la Argentina, Santiago Luis Copello, había sido el principal candidato para suceder al papa Pío XI, pero en su lugar el Cónclave nombró a un italiano.

No se supo más nada de Martita Ofelia Stutz. Si estuviera viva, hoy tendría 75 años.

Alvaro Abos

Fuentes: La misteriosa desaparición de Martita Stutz, de Esteban Dómina; Martita Ofelia y otros cuentos de fantasmas, de Leonardo Castellani; La trayectoria de una flecha, de Horacio Sanguinetti.

Copyright S. A. LA NACION 2006. Todos los derechos reservados.


STAT VERITAS: “¡Oh! ¡Incrédulos, crédulos, crédulos!”. Por Leona...

STAT VERITAS: “¡Oh! ¡Incrédulos, crédulos, crédulos!”. Por Leona...: "Antiguamente se creía que un incrédulo era uno que no creía en nada; d’onde salió el chiste que dice: “—¡Yo no creo sino lo que entiendo! —..."

martes, 19 de julio de 2011

Del liberalismo a la porquería... y vuelta

¿Cómo explicar al pueblo que lo que él llama porquerías (con razón) tiene una profunda raíz intelectual herética que se llama liberalismo, raíz desenvuelta aquí en enorme tronco de ombú, en follaje que cubre al país, en flores hediondas y frutos inútiles, algunos de los cuales el mismo pueblo tiene por grandes conquistas del progreso y la civilización? Bien está en poner el cautiverio a cada uno de esos cráteres de pus que explotan vuelta a vuelta; pero la desintoxicación del virus productor no se producirá sino por la inteligencia iluminada, superadora de la herejía liberal laicista. Luchamos contra un espíritu, contra un virus espiritual. Asegún el hombre piensa, ansina el hombre camina. La herejía, el error en la fe, es la fuente última inagotable de innúmeros desórdenes morales. Con razón Santo Tomás enseñó que se puede condenar a muerte al heresiarca con mucha más razón que al monedero falso.
-- De un artículo aparecido en el diario católico Los Principios de Córdoba con motivo del secuestro y desaparición de la niña Marta Ofelia Stutz en 1938 que conmocionó a la Argentina y al Padre Castellani. 

lunes, 18 de julio de 2011

A Casa de Sarto: A experiência da Espanha de Franco

A Casa de Sarto: A experiência da Espanha de Franco: "En España (donde me embarqué de vuelta, y no sin apuros) estuve cuatro días; pero se puede decir que lo que más vi en Europa fue España: h..."

Nación católica mistonga

Algo así pasa con la nación argentina. Como nación. En su conjunto es católica mistonga, tiene una especie de cristianismo de tango; sin que esto signifique que no haya en todos los estratos sociales ~sobre todo en el pueblo~ algunos cristianos bien legítimos; y también bien ignorados u oprimidos a veces.

El cuadro del catolicismo mistongo es algo que requeriría un libro, que yo no he de escribir. Baste decir aquí que la plebe tiene una tal incultura religiosa que su religiosidad frisa la superstición y el fetichismo; las clases cultas un cristianismo tan adulterado que su religiosidad frisa la herejía naturalista (deísmo, protestantismo, modernismo) y el clero tan poca fe sobrenatural y formación teológica que su religiosidad frisa el fariseísmo, o al menos el funcionalismo, que es su primer grado. La proporción de sacerdotes funcionales (cosas que funcionan, funcionarios) comparada con los sacerdotes carismáticos (sacerdotes que enseñan la fe) aunque no se pueda reducir a estadísticas, sabemos que es muy grande. "Intelligenti, pauca".

viernes, 15 de julio de 2011

¿Porquería en la Iglesia?

Casa del Capítulo de la Abadía de Thornton
(Lincolnshire, Inglaterra)
FUENTE: Bloc de notas de Rod Collins.

¿Podría haber apostasía del mundo, sino hubiese porquería en la Iglesia? Si la Iglesia fuera hermosa, atraería necesariamente y no repelería. Y sería hermosa si estuviese limpia. Esto no tiene vuelta de hoja... si la Iglesia no atrae, no es atractiva, y si repele, es repelente. Antes no lo fue, ahora lo es. Esto es todo... Para detener la apostasía habría que curarle el mal aliento y para eso purificarle la sangre: es decir, suprimir la fealdad de su faz, y para eso contrarrestar la iniquidad de sus entrañas; porque mientras mane iniquidad, olerá mal y mientras huela mal rechazará a los hombres.” 
--El Ruiseñor fusilado.


jueves, 14 de julio de 2011

“El que recibe a un profeta como profeta tendrá recompensa de profeta”

Es notable lo que mandó Cristo acerca de los profetas y apóstoles que prometió mandar a su Iglesia en el curso de los siglos hasta la consumación de ella: mandó que “los reconociéramos”, que “supiésemos distinguirlos”, que “los recibiésemos”. “El que recibe a un profeta como profeta, dijo, tendrá recompensa de profeta”.

Es difícil y meritorio reconocer a los profetas actuales mientras viven; a los que han muerto ya están en los altares muy pintaditos y acicalados, que no se mueven ni estorban, eso es fácil y no incomoda. Pero ahora las curias ¿reconocen a los profetas actuales y los reciben?”

Carta al Nuncio Zanín

miércoles, 13 de julio de 2011

Baudelaire

13.7.11Embriaguez
"Hay que estar siempre ebrio. Todo consiste en eso; es la única cuestión. Para no sentir el peso horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como queráis. Pero embriagaos.Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de un foso, en la triste soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a las olas, a las estrellas, a los pájaros, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que gira, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es; y el viento, las olas, las estrellas, los pájaros, el reloj, os contestarán: ‘¡Es la hora de embriagarse!‘ Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud, como queráis" (Charles Baudelaire)


Mézclese el trago, de lo que sea que se elija, con estos ingredientes y receta del capítulo XII, del que transcribo dos extractos.

"No voy a canonizar a Baudelaire: ciertamente no es una lectura para chicas que se alimentan de bocadillos y de novelas yanquis, ni para chicas en general, ni para beatos, ni para burgueses, ni para burros, ni para sacerdotes no advertidos, ni para hombres sin percepción artística, ni para la inmensa parroquia de la moralina y de la ortodoxia infantil. Asomarse al abismo no es para todos; y el abismo está presente en Baudelaire como en ningún otro poeta de todos los siglos."

"Pero ahora no vayamos a imitar a Baudelaire con el designio de que nuestras virtudes noñas y fáciles se nos vuelvan sangrientas y heroicas, attenti. Blasfemar es fácil, pero blasfemar como Baudelaire nos es imposible. Contentémonos con nuestras noñerías; y huyamos cuidadosamente de los ángeles negros." (Leonardo Castellani, Psicología Humana, Cap. XII)

sábado, 9 de julio de 2011

Lo que Dios nos pide

Ahora hay que dejar obrar a Dios: Él sabe qué me conviene. Estoy tan en paz con mi conciencia, que creo no debo moverme ni un ápice, ni hacer la menor moción para que me "rehabiliten", como dicen mis amigos (cosa que no veo cómo podrían hacer); habiendo hecho ya esfuerzos ciclópeos, y todo cuanto estaba en mi mano (y aun en mi pie), para hacerles capaces de la verdad -o al menos, para dar testimonio de ella. Eso es todo lo que Dios nos pide.

-- De una carta a Horacio Caillet-Bois (1951).

viernes, 8 de julio de 2011

Artículo casi inédito

El breve artículo de Castellani que le adjunto, “Actualidad de Tomás de Aquino”, aparentemente era inédito cuando me lo regaló Jorge Castellani, sobrino del padre y responsable de ediciones Dictio, allá por 1988. Según él, su tío lo había enviado a La Gaceta de Tucumán pero nunca se lo publicaron, cosa que no pude confirmar. Para no hacer el papel del gordito de la pelota, lo ofrecí a la gente de Gladius, que efectivamente lo incluyó en la revista número 14 (Pascua de 1989). 
Aún cuando varios lo hayan leído, no está de más ponerlo de nuevo –o mejor dicho, ahora sí– al alcance de todos. Ya me dirá ud. si su brevedad no fortalece su densidad. Lo dejo tal cual, con las erratas de algunos nombres, que con Castellani nunca se sabe si atribuirlas a error o a jugueteo.
Alejandro Bilyk 

 ACTUALIDAD DE TOMÁS DE AQUINO
P. Leonardo Castellani



Santo Tomás es sumamente actual, e irá siéndolo más y más in dies. La razón es que intelectualmente no existirán más que Hegel y Tomás de Aquino trabados en lucha a muerte, dentro de poco. Estamparé aquí una afirmación osada, que a quien le parezca disparatada o temeraria no tiene más que pedirme se la pruebe... Es ésta: en la época en que estamos, la Epoca Atómica (que yo llamaría “Parusíaca”), no habrá más filosofía. Habrá solamente Teología; la filosofía habrá retrocedido a sus raíces religiosas. Habrá una lucha religiosa a muerte entre el ateísmo y la Iglesia Católica, es decir, entre la teología de Hegel y la de Tomás de Aquino. Podemos adelantar que Hegel vencerá, pero no para siempre.
Hace ya un siglo, el gran Menéndez Pelayo exclamó (en Ideas Es­téticas, tomo 4, I): “¡No hay filósofos, y quizás no los habrá ya nunca!”, que es lo que estamos diciendo. Tampoco los hubo después del gran crítico hasta nuestros días. Pero, ¿y esa bandada de filósofos disemina­dos por todo? Aquí en Buenos Aires tenemos como cinco... No son filósofos: son profesores de filosofía. Son discípulos, seguidores, epígo­nos de Hegel. Y lo mismo se ha de decir, pese a quien pese, de Bergson, de Max Scheller, de Gentile, de Julián Marías y de Ortega, etc., etc. Son a veces brillantísimos expositores, pero filósofos no son. Son flor de un día.
El de Aquino tiene en pos de sí a quienes podemos denominar filósofos sil vous plait: Rosmini, Maritain, Marechal, Zeferino Gonzá­les, Balmes, Ramírez, Josef Pieper, Haecker, Peter Wust... y otros. Y una brillantísima falange de expositores, como Zigliara, Mercier, Gus­tave Truc, De Wulf, Descogs, Rousselot, Sertillanges, Mandonnet, Thon­nard, Mánser, Bochenski, Garrigou Lagrange, Gardeil, Gredt, Gilson, etc. Se podría llenar una página de nombres.
Vean por otro lado las numerosas “escuelas” de filósofos actuales, si no están todas (excepto las tomistas) tocadas de una manera u otra por Hegel: desde los neohegelianos puros, que son legión, hasta los ateos, marxistas, materialistas, fenomenólogos, nietzcheanos... Eso irá en aumento hasta que no queden en finiquito más que la religión en su forma más pura y el hegelismo también puro, es decir, panteísta y ateo, con sus derivados, naturalismo y modernismo.
El causante de esta polarización en marcha fue un teólogo extraño y poderoso llamado Söeren Kierkegaard –si lo quieren mejor en espa­ñol, Suero Kirkegord–. Al fin de su vida, todas sus posiciones prin­cipales (testigo su expositor, traductor y biógrafo, Knud Ferlov) coin­cidían con las de Tomás de Aquino. Sobre esto hemos escrito un libro 1.
¿Cómo lo hizo? Rebatiendo a Hegel, con una refutación definitiva que está en su Postdata no científica definitiva principalmente, y luego en el resto de su obra. Educado en Hegel y Lutero, se desprendió con energía de los dos en el largo itinerario a Dios de su corta vida. Murió a los 43 años. Si hubiera vivido más, muy probablemente se hubiese reducido a la Iglesia Católica, pues al teólogo oficial de la Iglesia, Tomás de Aquino, ya había llegado solo, a oscuras, sin conocer de él ni una línea.
El historiador idealista Kuno Fischer escribió que Hegel era la “cúspide de la filosofía”. Si hubiera añadido “moderna” estaría en lo cierto. Hegel es el final del camino antitomista abierto por Descartes. Es el anti-Aristóteles, el Aristóteles invertido, patas para arriba: el devenir en lugar del Ser. Pero tiene una potencia de pensar y sistemar comparable a la del Estagirita. Pues bien, el endiosado Kirkegord lo derrumba entero con sólo retirarle el cimiento: el comienzo del filosofar no es el Devenir, sino el Ser. Antes que Heráclito, Parménides, y mejor la síntesis de ambos: Tomás, el “Buey Mudo”.
Lo primero que conocemos son las cosas sensibles, que por abs­tracción de nuestro intelecto nos llevan a Dios, tanteado en las tinieblas de lo Sumo. El principio de no contradicción, “nada puede ser y no ser” (a la vez, en el mismo sentido), eliminado por Hegel, es in-elimi­nable. Es el gozne mismo de nuestro pensar. Claro, el que elimina el principio de no contradicción puede llegar después adonde quiera: a decir que el Espíritu Absoluto es a la vez Dios y el hombre, en con­tinua evolución, por ejemplo.
La filosofía greco-latino-cristiana dijo su última palabra en el de Aquino. La filosofía antiescolástica-anticristana moderna dijo su última palabra en Jorge Guillermo Federico Hegel. Ya no queda nada que inventar: sólo se puede glosar y, si acaso, reconstruir y completar. Kir­kegord quedó sepultado casi un siglo, y lo resucitaron los alemanes, traduciéndolo del danés después de la Guerra del 14. Y Santo Tomás estuvo sepultado como seis siglos y fue resucitado por el Papa León XIII. Los dos escribieron para nuestra época, la Época Atómica; o, si quieren creerme, la Época Parusíaca.

1     De Kirkegord a Tomás de Aquino.

Imagen: Tomada gentilmente de http://danielmitsui.tripod.com

jueves, 7 de julio de 2011

martes, 5 de julio de 2011

Agradecimientos


A Ediciones Vórtice, por su aporte invalorable, con ideas, fotografías, correcciones y demás.

A The Whiskereruno de los primeros en colaborar con nosotros con envíos de material, enlaces y comentarios.

A El Renegáu, que nos alentó y puso un enlace en su bloc de notas aún cuando recién comenzábamos.

A InfoCaótica, El blog de Cabildo, El Matiner Carlí, la Sociedad Religiosa San Luis Rey de Francia y la Videoteca Reduco, No Apto para Progres, A Casa de Sarto, por sus enlaces y confianza. Especialmente en este caso, por la inmerecida y cariñosa recomendación de los amigos portugueses que llevan ese bloc de notas.

Al Coronel Kurtz por su apoyo informático y la libertad con la que nos ha permitido movernos en la selección de enlaces, textos, etc., sin todo lo cual, este bloc de notas no sería posible.

A los 30 (al día de hoy) suscriptores de nuestros feeds, por seguirnos y recomendar algunos de nuestros textos.

A los 3560 visitantes que hemos tenido desde el comienzo, 61% proveniente de la Argentina, 18% originarios de España, 5% viniendo desde los Estados Unidos y el resto de México, Brasil, Chile, Portugal, Colombia, Venezuela y Perú.

A los propietarios de sitios, blocs de notas y páginas en Facebook, a los autores de notas, biografías, ensayos y comentarios, a los que enlazamos desde este lugar.

A todos, ¡muchas gracias!

Este bloc de notas es de todos ustedes. No duden dejarnos sugerencias, correcciones, archivos de audio, fotografías, dibujos, etc.

Hasta el momento, las cinco notas más populares han sido: 

Los dos primeros artículos están relacionados: la obediencia a la autoridad, sus límites, peligros y responsabilidades, un tema típicamente castellaniano que será recurrente en este bloc de notas. 

El tercer texto, tomado de Su Majestad Dulcinea, se refiere a la demonización de ciertas formas de pensar que no van con la corriente. Algo que el Padre conocía demasiado bien, ¡cuántas veces le llamaron loco, milenarista, desobediente, exagerado, nazi! No podemos dejar de recordar cierto tramo de su drama El Místico, donde el personaje de Narciso Belvedere, sufre por dentro este clase de insultos.

La cuarta nota es una curiosidad que, Dios mediante, pasaremos en limpio y completaremos. 

Finalmente, el discurso sobre los nobles, de El Nuevo Gobierno de Sancho, es un clásico que vamos a complementar con otros textos de Castellani de años posteriores.

¡Gracias!

viernes, 1 de julio de 2011

No sé por qué será...


No sé por qué será
lo que yo digo en verso
no sé por qué será
siempre resulta cierto.
Si es de cosa pasada
es como un documento
si es de cosa futura
surge un día el suceso
y pasado y futuro
son uno allá
en lo eterno—
el suceso increíble
indescifrable y tétrico
y muestra que lo que
leí en el cielo,
le puse rimas,
arrojé al viento,
había dado en el
mismo centro
como pedrada en ojo
tuerto.

                                                                      Libro de las Oraciones