Punto de encuentro de todos aquéllos que estén interesados en vida y obra del Padre Leonardo Castellani (1899-1981)

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jueves, 18 de marzo de 2021

Padre Castellani, «excelencia argentina decapitada»

 

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Se cumplen 40 años de la muerte del recordado jesuita (+ Buenos Aires, 15 de marzo de 1981); y hoy son cada vez más las noticias sobre el creciente conocimiento y valoración de su obra, en Argentina y en el exterior.

Cuenta un sacerdote argentino que, en su Seminario, vio al padre Leonardo Castellani leer con fruición un libro, mientras caminaba por las galerías. Se acercó, y le preguntó sobre la obra que tanto estaba disfrutando. Las Últimas Noticias, fue la respuesta contundente. ¡Pero si es un libro, y no un diario!, descerrajó para retrucar. Son las Últimas Noticias. ¡Estoy leyendo el Apocalipsis!, concluyó el religioso. ¡Castellani puro y lúcido, como tantas otras veces! Le bastaron pocas palabras para dar una clase de Esjatología; y si se quiere, también, de periodismo…

Se cumplen 40 años de la muerte del recordado jesuita (+ Buenos Aires, 15 de marzo de 1981); y hoy son cada vez más las noticias sobre el creciente conocimiento y valoración de su obra, en Argentina y en el exterior. No han faltado, justo es reconocerlo, en esta tierra del fin del mundo, corajudos e inteligentes discípulos y admiradores suyos que, contra viento y marea, en una soledad cubierta de hostigamientos, hicieron casi heroicamente lo imposible por divulgar su legado. Valga citar, por ejemplo, al recordado Cardenal Antonio Quarracino, Arzobispo de Buenos Aires, y primado de la Argentina, entre 1990 y 1998. Y por supuesto, también, al padre Alfredo Sáenz, SJ, quien fuera hermano del padre Castellani, en la Compañía de Jesús; y que le ha dedicado importantes páginas en sus numerosos libros. Y, en las filas de los seglares, a Sebastián Randle, autor de dos voluminosos tomos de lo que constituye, hasta el presente, su biografía más completa; Jorge Ferro, y los organizadores de la Exposición del Libro Católico, entre otros. Pero, como ocurrió con el tango, que primero triunfó en París y, luego, en nuestras pampas, vale reconocer que gracias al escritor Juan Manuel de Prada, y otros intelectuales españoles y de otros puntos de Europa, la obra del sacerdote santafecino se va descubriendo, con nueva fuerza, en este arrabal del globo terráqueo…

Jamás imaginé que daría una clase magistral sobre Castellani, en una universidad europea; y que sería aplaudido de pie, confesó hace un tiempo uno de sus alumnos, padre de un Sacerdote. No pude dejar de comentarle, entonces, lo que me tocó vivir, en 1999, con motivo del Centenario del nacimiento de Jorge Luis Borges, y del propio Castellani. Los homenajes oficiales, no oficiales, paraoficiales; de intelectuales de brillo, y de mercenarios metidos a intelectuales, se multiplicaban como los hongos después de la lluvia. Toneladas de papel, y ríos de tinta, aquí y allá, ostentaban ditirambos a la figura de Borges. De Castellani, ni una palabra por ningún lado. Seis años después, ya en el Seminario, Mons. Miguel Ángel Irigoyen, me contó que Borges –más allá de la obcecación agnóstica, con que se pretendió y aun se pretende etiquetarlo- murió como hijo fiel de la Iglesia. Y que fue su gran amigo, Mons. Daniel Keegan, entonces Rector de la Catedral de Buenos Aires, quien viajó especialmente a Ginebra para darle, en 1986, la Unción de los Enfermos. No puedo dejar de imaginar la intercesión de Castellani para que su colega, cinco años después de su partida para el Juicio del Eterno Padre –y no, claro está, de la crítica literaria-, muriese con los auxilios de la Santa Religión Católica.

Alternaba yo, en aquel final del siglo XX, mi labor periodística con la enseñanza en colegios secundarios. Y cuando intenté incluir en los tributos centenarios la figura de Castellani, obtuve como resultado expresiones de asombro –por el total desconocimiento de su obra, incluso por parte de profesores de Literatura-, conmiseración, indiferencia e, incluso, de desprecio. Desafiando, entonces, la ignorancia supina y el rechazo, empecé con sus cuentos policiales, para llegar a los adolescentes. Desfilaron, así, por las aulas, Las nueve muertes del padre Metri, y El crimen de Ducadelia y otros cuentos del trío. Colegas y autoridades de esos establecimientos me hicieron sentir, de mil y un modos, su desdén. Los jóvenes, en su gran mayoría, quedaron fascinados. Incluso, varios años después, cuando me encontraban por la calle me gritaban, ¡Gracias, ‘profe’ por habernos hecho conocer a Castellani!...

Providencialmente, a través de mi gran amigo Alejandro Bilyk, propietario de Editorial Vórtice, el Señor ha querido que leyese, en este accidentado verano plandémico, la nueva edición de Cristo y los fariseos; que publicaron, conjuntamente, la propia Vórtice Jauja. Fue un huracán de frescura que, como ocurre con todas las páginas de Castellani, me sirvió una vez más para interpretar las siempre fugaces noticias, a la luz de las Últimas Noticias… Baste tan solo una cita de Castellani, que hace Eduardo Allegri, en la Introducción, para vislumbrar la esencia del libro: El fariseísmo es esencialmente homicida y deicida. Da muerte a un hombre por lo que hay en él de Dios. Instintivamente, con más certidumbre y rapidez que el lebrel huele la liebre, el fariseo huele y odia la religiosidad verdadera. Es el contrario de ella, y los contrarios se conocen. Siente cierto que, si él no la mata, ella lo matará.

En el capítulo titulado, El dulce Nazareno, se recoge este planteo de Castellani:

  • ¿Una pateadura puede salvar un alma?
  • No- es la respuesta corriente. Pero si una pateadura no pudiese salvar un alma, Cristo no hubiese dado pateaduras. Y el Evangelio nos relata dos formidables pateaduras por lo menos, dadas por Cristo a los mercaderes del Templo.

Suprimid la indignación viril en Cristo y suprimís su virilidad. La indignación viril queda borrada de la lista de las virtudes cristianas. Y la indignación justa, con todos sus gestos y sus efectos, es una virtud.

Dejo, también, aquí, otra expresión que me impactó hondamente: Sólo el fariseísmo puede devastar a la Iglesia por dentro, sin lo cual ninguna persecución externa le haría mella, como vemos por su historia, pues ‘la sangre de los mártires es semilla de cristianos’. Si la Iglesia está pura y limpia, es hermosa, y atrae, no repele. Atrae prodigiosamente, como se vio ya en su asombrosa propagación entre dificultades sin cuento, muertes y martirios.

No es mi propósito hacer una recensión de la obra. Dejo esa labor para quienes puedan realizarla. Traje, tan solo, algunas de sus frases emblemáticas, para alentar el interés por leer o releer a Castellani. Si alguno de los lectores de esta nota lo hace, me sentiría más que satisfecho. Ni qué hablar si algún profesor de colegio secundario se anima a desafiar al sistema, al Estado profundo, como se lo llama ahora; y aun exponiéndose a perder su trabajo, decide incluir sus obras en las clases…

Vuelvo, por un momento, al querido e inolvidable Cardenal Quarracino. Como decíamos más arriba, a él se le debe en gran medida que el padre Castellani fuera rescatado del olvido e, incluso, de la cultura de la cancelación; como se denomina, actualmente, a los despiadados hostigamientos, contra quienes se animan a desafiar el totalitario pensamiento único. En 1996, a quince años de la muerte de Castellani, el purpurado enfatizaba, en un homenaje: Vivimos en un tiempo, en una sociedad, en un país muy proclive al olvido y muy reacio a admitir y reconocer las excelencias y las gratitudes… Alguna vez definí a la Argentina como el país de las oportunidades perdidas, y añadí de manera un tanto pedante, el país de las excelencias decapitadas. A veces da la impresión de que, si alguien sobresale, de inmediato le rompen la cabeza. Entre esas excelencias decapitadas hay que ubicar la figura del padre Castellani.

No se equivocó, por cierto, el valiente primado. Estas palabras, tranquilamente, podrían decirse hoy; 25 años después. Me viene a la memoria, de cualquier modo, aquello que otro poeta argentino, Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte); ciertamente, desde otros ámbitos, escribió en Piu avantiNo te des por vencido ni aún vencido, no te sientas esclavo, ni aún esclavo; trémulo de pavor, piénsate bravo, y arremete feroz ya mal herido… ¡Que muerda y vocifere vengadora, ya rodando en el polvo, tu cabeza!

Quisieron decapitar a Castellani, y solo lograron multiplicar su legado. Él mismo lo intuyó: Los profetas vivos dan disgustos; los profetas muertos dan dinero. Aunque en eso se quedó corto. Además de plata dan, por todas partes, una riqueza mucho mayor; desbordante de anticipos de eternidad…

 

+ Padre Christian Viña

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