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lunes, 13 de abril de 2020

Castellani una vez más en el suplemento Cultura de La Prensa


Lunes, 13 de abril de 2020




El P. Leonardo Castellani dedicó buena parte de su vida al estudio del Apocalipsis, empeño que puso por escrito en tres libros y en numerosos artículos y ensayos, además de en incontables sermones y conferencias. También en eso fue un hijo díscolo de una Iglesia que, con afán de modernizarse, tomó la senda opuesta, y se fue haciendo cada vez más mundana y naturalista, reacia a predicar sobre las postrimerías y el fin de los tiempos.

Cristo ¿vuelve o no vuelve? es un buen compendio de la exegética castellaniana. El libro, según la edición que publicó Vórtice en 2004, está dividido en tres partes. La primera –escrita a mediados del siglo XX- repasa los elementos centrales del Apocalipsis, barajando las opiniones de los exegetas más eminentes y proponiendo soluciones propias. En la segunda se recopilan una serie de artículos varios bajo el título de “Ensayos religiosos”. En la tercera y última, el padre Castellani revisa cuatro de las más importantes apariciones marianas a la luz de la visión profética de San Juan.

A Castellani (1899-1981) le interesaba en principio advertir sobre la realidad dogmática de la Segunda Venida, o Parusía. “Jesucristo vuelve, y su vuelta es un dogma de nuestra fe”, son las palabras que abren la obra. “El Universo –proseguía- no es un proceso natural, como piensan los evolucionistas o naturalistas, sino que es un poema gigantesco, un poema dramático del cual Dios se ha reservado la iniciación, el nudo y el desenlace; que se llaman teológicamente Creación Redención y Parusía”.

Antes del regreso de Jesucristo “en gloria y majestad” deben ocurrir otras cosas, que Castellani menciona e interpreta siguiendo observaciones de teólogos o autores seculares (Bossuet, Lacunza, Donoso Cortés, Benson, Hugo Wast, Eyzaguirre, Straubinger). La Gran Tribulación; el Misterio de Iniquidad, que “es el odio a Dios y la adoración del hombre”; el retiro del Obstáculo (o Katejón); la adulteración de la religión verdadera, convertida en Gran Ramera; la manifestación del Anticristo, el Hijo de Perdición, que “será a la vez una corporación y una persona individual que la encarnará y gobernará”, el azote de las Siete Plagas.

Estas “fulgurantes visiones del Apocalipsis” con su despliegue “de sangre, fuego y ruinas” siempre han desconcertado a los escépticos. Castellani ponía especial énfasis en refutar a esos positivistas del siglo XIX, como Ernest Renan, que dudaban de la verosimilitud de un poder como el que San Juan atribuye al Anticristo.

En réplica al “apóstata bretón”, recordaba la devastación que habían dejado las dos guerras mundiales, la capacidad destructiva de la bomba atómica y la “concentración rápida del poder económico-político (totalitarismo capitalista) en pocas manos y la formación de grandes grupos internacionales, precursores de un Imperio Universal Anticristiano, o Primera Bestia”. Repetía la idea en la segunda parte del libro. “Se está produciendo visiblemente en el mundo lo que se podría llamar la herramienta del Anticristo –señalaba-. (…) La desviada Ciencia Moderna, que nos da ‘prodigios y portentos mendaces’ por los milagros que le pedimos, es uno de los elementos de esa Nueva Religión que vemos formándose frente nuestro, que tiene aspecto exterior como el cordero y en su boca palabras de blasfemia”.

Sin perder de vista el tema central, Cristo ¿vuelve o no vuelve? ofrece también una vía de ingreso a la singular inteligencia del sacerdote, y a su obra extraordinaria, escrita siempre con ese “humor aguerrido” y “estilo despeinado” del que habló Juan Luis Gallardo. Casi no hay página que no incluya una observación original, una síntesis imprevista, un comentario agudo, una salida tan chusca como brillante. A la vez periodista, teólogo y profeta, Castellani podía referirse aquí a judíos y masones, liberales y marxistas, fariseos y revolucionarios con una libertad que en este tiempo, dominado por la corrección política y la intolerancia de los tolerantes, sería por completo imposible. Hoy no habría lugar en el mundo (o en la Iglesia) para un Castellani.

Por eso leerlo es, siempre, un bálsamo y un tónico. Sobre todo en estos días de pandemia, pánico teledirigido, encierro obligatorio y persistentes llamados a constituir el tantas veces anticipado “gobierno mundial”. El padre lo vio hace más de medio siglo y lo expresó con palabras memorables, que merecen meditarse. “La unión de las naciones en grandes grupos, primero, y después, en un solo Imperio mundial, sueño potente y gran movimiento del mundo de hoy, no puede hacerse…sino por Cristo o contra Cristo. Lo que sólo puede hacer Dios –y que hará al final, según creemos, conforme está prometido- el mundo moderno febrilmente intenta construirlo sin Dios; apostatando de Cristo, abominando del antiguo boceto de unidad que se llamó la Cristiandad y oprimiendo férreamente incluso la naturaleza humana, con la supresión pretendida de la familia y de las patrias. (…) Mas, nosotros defenderemos hasta el final esos parcelamientos naturales de la humanidad, esos núcleos primigenios; con la consigna no de vencer sino de no ser vencidos. (…) Es decir, sabiendo que si somos vencidos en esta lucha, ése es el mayor triunfo; porque si el mundo se acaba, entonces Cristo dijo verdad. Y entonces el acabamiento es prenda de resurrección”.

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