Cristo quiso nacer en la mayor pobreza, quiso hacernos ese obsequio a los pobres.
La piedad cristiana se enternece sobre ese rasgo y hace muy bien; pero ese rasgo no es lo esencial de este misterio: no es “el misterio”.
El misterio inconmensurable es que Dios “haya nacido”.
Aunque hubiese nacido en el Palatino, en local de mármoles y cuna de seda, con la guardia pretoriana rindiendo honores, y Augusto postrado ante El, el misterio era el mismo.
El Dios invisible e incorpóreo, que no cabe en el universo, tomó cuerpo y alma de hombre, y apareció entre los hombres, lleno de gracia y de verdad: ése es el misterio de la Encarnación, la suma de todos los misterios de la fe.
De El Evangelio de Jesucristo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario