viernes, 26 de mayo de 2017
¿Es usted anticlerical?
¿Es usted anticlerical?
Por Leonardo
Castellani
Esta
pregunta espinosa se puede satisfacer con una distinción muy sencilla:
anticlerical que va contra el clero, NO; anticlerical que va contra el
clericalismo, SÍ. Wicleff, de Oxford, fue anticlerical en el primer sentido;
Chaucer, de Oxford, su contemporáneo y condiscípulo (1340-1400) sólo en el
segundo. Y lo mismo podemos decir del Papa Gregorio XI, que respondió a los que
acusaban al poeta inglés de «ir contra los religiosos»: «Quodsi improbis et
idiotis adversatur, et ego adversor.» [Pero si se opone a los perversos y a
los idiotas, también yo me opongo.]
Clericalismo
es «el descenso de una mística en política», como lo definió muy bien Charles
Peguy. No es simplemente un cura que se vuelve político, como el P. Filippo o
el Cardenal Cisneros, eso no tiene importancia; es dentro de la misma religión
donde se verifica este «décalage» -vale decir, cuando los fines específicos del
sentimiento religioso se desvían a metas terrenales. Nuestros padres llamaron
«santulones» a los que sufren de este desorden, cuando son gentecilla; cuando
son Jerarcas, la cosa tiene otro nombre más feo, procedente del Evangelio.
Clericalismo
ha habido siempre, y el de hoy no es invisible. Por ejemplo, cuando un Jerarca
de la Iglesia se cree más infalible de lo que es, y aun más que el Padre
Eterno, eso es alto-clericalismo; cuando un súbdito afecta creerlo,
bajo-clericalismo. Hoy día es más castigado el que se atreve a decir que un
Jerarca se equivocó, aunque eso sea patente, que el que dijera que la Santísima
Trinidad tiene cuatro personas: Padre, Hijo, Espíritu Santo y el Obispo. A este
último son capaces de condecorarlo los Canónigos Lateranenses, como a Constancio Vigil.
Tal como anda hoy el mundo, por lo menos en este país, un mínimo de
anticlericalismo es necesario para la salvación eterna.
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