Claudio Acquaviva d'Aragona (Atri, Abruzzo, 14 de septiembre de 1543 - Roma, 31 de enero de 1615), general jesuita italiano elegido en la cuarta Congregación General (1581), el más joven hasta el momento: tenía solo 38 años. Su mandato fue de 34 años. Fue general entre 1581-1615, el que más largo periodo ha estado gobernando la orden.
Suele invocárselo como el segundo fundador de la Compañía de Jesús.
Así lo presenta escuetamente Wikipedia. Castellani se refirió a Acquaviva en varias oportunidades y no de manera elogiosa.
En Psicología Humana, por ejemplo, afirma:
Russell cree que los jesuitas introdujeron el voluntarismo; no los primeros jesuitas ciertamente, puesto que San Ignacio fue un contemplativo, Diego Laínez un especulativo aunque mediocre, Francisco de Borja un místico; pero después vino un práctico, Claudio Acquaviva, “el segundo fundador de nuestra Compañía”, como lo llama el P. Astrain, y comenzó el dominio de los prácticos, de los “briosos sin letras”, como dice el P. Mariana. Pero eso ya no era privativo de los jesuitas sino característica de una época naciente que había de reflejar Descartes. Descartes es tan voluntarista que sostiene que “toda afirmación proviene de la voluntad y no del intelecto”, es decir que toda afirmación no es ciencia sino creencia. Si el P. Mariana hubiese sido General de la Compañía de Jesús en vez del P. Acquaviva, es probable que la Compañía de Jesús hubiese seguido la línea de San Ignacio; pero al P. Mariana lo hubiesen muerto.
En una de sus "Cartas Provinciales" (Cristo y los Fariseos),
Con esto queda dicho que la obediencia no se inventó para que en la vida religiosa se hagan cosas raras, feas o disparatadas; para que el orden natural se vuelva del revés y los necios presuman guiar a los entendidos y "llevarlos al hoyo", como previno N. Señor en la Parábola de los Ciegos. No se inventó la obediencia para substituir en el gobierno de los hombres la inteligencia por el antojo de los ambiciosos o agitados; ni para pretender que el que no sabe un oficio se entrometa a corregir al que lo sabe; ni para destruir en los hombres la conciencia profesional ni la honradez intelectual; ni para permitir que ocupen los comandos los mediocres engreídos, esos "superiores briosos y sin letras" a los cuales la cordura de Mariana atribuía la causa de los desórdenes sociales en la Provincia Española bajo Acquaviva. Si para tales cosas dijera Cristo: "Qui vos audit, me audit" (2) y para eso reglamentara la Iglesia la vida religiosa; pensarlo es blasfemia, porque entonces más valiera que Cristo no hubiera venido.
Desconocemos si el libro trata acerca de lo que Castellani recuerda sobre el P. Mariana y en la única reseña que encontramos (de la prof. Jessica M. Dalton de la Univ. de St. Andrews, Escocia, en Archivum Historicum Societatis Iesu, vol. lxxxvii, fasc. 174 [2018-II]) no dice nada al respecto.
Sin embargo, aún así, el libro creemos que puede ser de interés.