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lunes, 24 de mayo de 2021
jueves, 20 de mayo de 2021
Entrevista a Erick Audouard, su traductor al francés
Erick Audouard, su traductor al francés, lamenta el olvido de la escatología
Al padre Castellani «no se le permitió hablar del Apocalipsis ni de la Parusía en la Iglesia»
El jesuita Leonardo Castellani (1899-1981), sacerdote, escritor, filósofo y teólogo y, sobre todo, combatiente de la pluma por Dios y por su patria argentina, e introducido en España hace algunos años a impulsos de Juan Manuel de Prada, puede ser ya leído en francés.
Y es gracias al empeño y el cuidado de Érick Audouard, quien no duda en calificarle como "el Argentino Magnífico". En 2017 publicó una primera selección de escritos castellanianos, Le Verbe dans le sang [El Verbo en la sangre], y acaba de ver la luz una segunda, La Vérité ou le néant [La Verdad o la nada].
Todo un regalo para provocar en el lector galo las mismas sacudidas católicas que la lectura de Castellani provoca en su lengua original.
-¿Cómo conoció a Leonardo Castellani ?
-Por casualidad, o providencialmente, según el punto de vista. Un día, mientras realizaba una investigación histórica sobre las enfermedades de la modernidad, oí a un psiquiatra mencionar su nombre; lo asoció al de Chesterton, un autor al que sigo con pasión desde el inicio de mi propio viaje.
»A medida que fui descubriendo su obra, me sorprendió la amplitud y profundidad de este pensador argentino totalmente desconocido que abordó temas esenciales de todas las maneras posibles. No sólo había un pensamiento poderoso, singular, todo un mundo, con sus dramas, sus fantasías, sus personajes, como sólo las grandes imaginaciones son capaces de producir, sino un verdadero destino, una vida ejemplar de testigo de la Verdad. Él mismo lo sabía. Una nota encontrada en sus cuadernos dice: “Me parece que Dios explicara algunas cosas con mi vida... no yo con mis libros”.
-¿Qué es lo que más le atrajo de su obra y de su vida?
-En primer lugar el tono, la superioridad natural, el humor casi constante. Un hombre totalmente en su idioma. Algo más musical que intelectual, como la brutal autoridad de un pianista sobre su teclado. Algo que se escucha antes de entenderlo. Y como era una autoridad a la vez religiosa, filosófica y literaria, era una maravilla. Y todavía lo es.
»Entonces, en los terribles acontecimientos de su vida, lo que me conmueve es quizás menos lo que hizo que lo que no pudo hacer. Nunca pudo aguar su vino. Nunca pudo halagar la estupidez y nunca pudo servir a dos amos.
"La Verdad o la nada": un título que describe a la perfección la vida y obra de Leonardo Castellani.
-¿Por qué considera importante dar a conocer su obra al público francófono?
-Perdóname, pero no hay un “público francófono”. Sólo hay unas pocas almas hablando un francés cada vez más degradado y dispersas en un territorio desgarrado. No sé lo que es importante para ellas, sólo sé lo que es importante para mí. Y eso es lo que propongo.
-¿Qué criterio selectivo ha guiado esta nueva antología de Castellani?
-Esta segunda antología, La Vérité ou le néant, no contiene crítica literaria, a diferencia de la primera, Le Verbe dans le sang, publicada en 2017. Se compone esencialmente de textos en torno a la cuestión de la Verdad: conferencias, lecciones, exégesis, sermones, discursos, cartas y algunos poemas incluidos.
»Mi criterio de elección fue la franqueza de su enseñanza, un enfoque más didáctico e incluso más radical de la escatología cristiana. ¿Por qué ? Porque creo que la pérdida de esta escatología fue responsable de la apostasía de un gran número de cristianos, mucho antes del Concilio Vaticano II. Este es uno de los principales datos que se pueden extraer de la existencia de Leonardo Castellani. Ya no se le permitió hablar del Apocalipsis ni de la Parusía en la Iglesia.
-Castellani es un autor lingüísticamente complejo, por sus innovaciones, sus sobre-entendidos, sus dobles sentidos. ¿Cómo lo ha resuelto en el idioma francés?
-No me corresponde a mí decirlo. Hice el trabajo que tenía que hacer, con el apoyo de un buen amigo escritor de Buenos Aires, que además de facilitarme las obras y los textos de Castellani, a veces muy difíciles de encontrar, me proporcionó todo lo que necesitaba en cuanto a diccionarios: lunfardo, porteño, criollo y hasta lenguas indígenas.
Érick Audouard se define como "católico, francés, escritor, esposo, padre de un hijo... más o menos en este orden".
»En cuanto a los neologismos que Castellani gustaba de forjar, como comparto este gusto de escritor fue más bien un gran placer crear equivalentes en mi idioma. Otro amigo argentino me dijo que su madre prefería leerlo en mi traducción. Es una gran exageración, pero como se puede ver mis amigos son muy suaves conmigo.
-¿Cree que es un autor perdurable en el tiempo, a pesar de que siempre escribió muy pegado a la actualidad?
-Me parece que no estuvo muy al tanto de las noticias que pasan, sino de lo que hay detrás de la noticias y no pasa. Los eventos actuales son la ocasión de la Eternidad, o no son nada. Por supuesto que Castellani se interesó por la educación y la política, por los cambios de comportamiento y por las producciones literarias de su tiempo, pero siempre lo hizo desde un punto de vista teológico. Cuando habla de la calle, de una reforma, de un cofrade tonto o de la moda de las minifaldas, no puede evitar hacerlo sub specie æternitatis. Incluso en sus increíbles artículos periodísticos, nunca se olvida de dar la definición correcta a las cosas, para identificar sus primeros principios, para dirigirlas a sus fines últimos.
»Entonces, ¿es Castellani un autor perdurable ? Su obra es más perdurable que todo lo que se escribe hoy en día; de hecho, no creo que esté desapareciendo, sino que nos está viendo desaparecer a toda velocidad.
-¿Qué papel cree que juega la denuncia del fariseísmo en la vida de Castellani?
-Un papel central, como usted sabe. Vio la lucha contra los fariseos como el gran drama de la vida de Cristo. También fue la lucha de su propia vida, antes y después de su expulsión de la orden jesuita. No se puede leer sin encontrar en casi todas las páginas las huellas de esta lucha, cuyo mayor reto es renunciar al resentimiento, para conseguir dar un bien contra un mal. Así lo hizo, no sin gemir a veces, al darnos sus cincuenta libros, tesoro de su alma herida pero invicta.
-¿Puede ser hoy Leonardo Castellani un modelo para sacerdotes y religiosos?
-Es una cuestión difícil, que tiene que ver con la elección y la formación de los hombres de Dios. Sólo puede haber una persona a la que imitar para los religiosos, y es Jesucristo… No soy sacerdote, pero no creo que a todos los curas se les exija la prodigiosa erudición de Castellani ¡ni su genio estilístico! Pero un poco de su verticalidad y virilidad no les haría daño. Aun así, tendría que ser algo más que una parodia de virilidad, por supuesto. "Cuando era un niño, solía rezar para que los sacerdotes fueran santos", escribió: "¡Hoy rezo para que al menos sean hombres!"sábado, 15 de mayo de 2021
Proyecto Apokalypsis de S. Juan según Castellani en el diario La Prensa
[http://www.laprensa.com.ar/501842-Imagenes-del-Apocalipsis.note.aspx]
UN DOCUMENTAL RECREA LA PROFECIA DEL LIBRO DE SAN JUAN, SEGUN CASTELLANI
Imágenes del Apocalipsis
La miniserie, que acaba de estrenar el primer capítulo de los diez que se filmarán, presenta una exquisita calidad cinematográfica. El director, Simón Delacre, es un admirador del teólogo argentino.
Pocas cosas pueden resultar menos extrañas hoy en día que meditar sobre la proximidad del fin de los tiempos. A esa cercanía, que era una sospecha vehemente para la Iglesia al menos hasta hace unos años, adhirieron desde san Pío X a Paul Claudel, desde Belloc y Newman a Donoso Cortés o nuestro Gustavo Martínez Zuviría, como dijo alguna vez el padre Leonardo Castellani. Hoy podría pensarse que cualquier persona evoca esa idea, aunque más no fuera por la peste que asuela al mundo. Ya sea porque se esté horrorizado ante el conteo de muertos o, peor aún, porque se advierta que un designio más siniestro se va consumando en medio del pánico. Pero el Apocalipsis, esa profecía que abraza todo el tiempo de la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo, con una referencia constante a los últimos tiempos, sigue siendo en buena medida ignorado. Y no es extraño que así suceda, cuando el libro escrito por el apóstol san Juan ha sido dejado de lado entre quienes le niegan su carácter profético y quienes han visto en él apenas un poema alegórico.
Por eso la aparición de un documental que vuelve a proponer una lectura del último libro de las Sagradas Escrituras es para agradecer. Más aún porque esa lectura es hecha nada menos que de la mano del padre Leonardo Castellani y porque, para mejor, se presenta con una exquisita calidad cinematográfica.
El responsable de esta proeza es Simón Delacre, un director de cine de 39 años, admirador de la obra de Castellani, cuyos escritos viene estudiando "desde hace unos veinte años", según comenta en una entrevista con La Prensa.
Castellani, uno de los mayores intelectuales que ha dado el país, doctor en Filosofía y Teología, estudió como pocos el Apocalipsis, al que aborda en diferentes obras: Los papeles de Benjamín Benavidez, El Evangelio de Jesucristo, Su Majestad Dulcinea, Cristo, ¿vuelve o no vuelve? y El Apocalipsis de San Juan.
CLARIDAD
Delacre, que acaba de estrenar el capítulo I de su documental en YouTube el pasado 26 de marzo y está avanzando con los siguientes, señala que, en este último libro, Castellani reunió y ordenó todo lo que había escrito antes de modo disperso. Y cuenta que se basó en él para su filmación precisamente por su claridad expositiva.
El Apocalipsis es un libro de difícil lectura y, como toda profecía, tiene cierta oscuridad. Incluye visiones del apóstol san Juan que aluden a la consumación de la historia, entre sucesos descomunales y una tribulación como nunca antes se vio. Sin embargo, como señaló Castellani, sería un contrasentido que el mensaje sea por completo oscuro e incomprensible cuando Apocalipsis significa en griego "Revelación". Suele pasarse por alto también que su mensaje tampoco se agota en el anuncio de catástrofes, sino que su fin es el consuelo y la esperanza.
Mediante imágenes y la narración de un locutor, el documental sigue el texto bíblico y la explicación de Castellani, que consiste en una interpretación literal, en la senda de los primeros padres de la Iglesia y de lo que recomienda Pio XII en su encíclica Divino Afflante Spiritu. El sacerdote jesuita se apoya en los escritos patrísticos, los del cardenal Louis Billot y los de san John Henry Newman, entre otros. Esa interpretación literal no desconoce sin embargo que el Apocalipsis está escrito con un lenguaje simbólico que el teólogo ayuda a descifrar.
El primer capítulo de la serie, que ya suma medio millón de vistas desde su estreno hace un mes en https://www.elapocalipsis.org/, se titula Cartas a las 7 iglesias y nos presenta a san Juan exiliado en la isla griega de Patmos por orden del emperador Domiciano en el año 95 d.C.
Desde su destierro, san Juan escribe cartas a las siete iglesias de Asia -Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea-, que eran sufragáneas de la suya. Cada carta contiene un reconocimiento por su labor, una admonición por sus faltas y una promesa de recompensa para quienes se mantengan fieles.
Esas palabras a las siete iglesias son interpretadas aquí como alusiones a siete épocas en la historia de la Iglesia universal. Efeso sería el primer tiempo de la Iglesia; Esmirna, las persecuciones romanas; Tiatira, el esplendor de la Cristiandad en la Edad Media. Cada una, a su vez, encierra una enseñanza para el hombre de hoy.
La adaptación del texto al lenguaje cinematográfico no ha sido nada fácil, pero el resultado es soberbio. Delacre confiesa que "desde el principio sabía lo que no quería hacer: un trabajo para la persona que ya está al tanto del tema".
"Quería un cine entretenido, de buena calidad, para que lo vea el que no es católico". Para eso trabajó con material de archivo -fotos de alta resolución de grandes obras de la pintura universal- y con filmaciones propias, para hacer el documental más ameno y atractivo.
Así, incluso a las imágenes estáticas les incorporó "una animación digital para que las figuras del cuadro cobren movimiento, y no quedara todo en enfocar la obra y acercarse con la lente. Esa animación permite ver, por ejemplo, cómo san Miguel Arcángel clava su espada al demonio", señala.
ESTRUCTURA
En cuanto a la estructura de los capítulos, comenta que es similar a lo que hizo Castellani en su libro: se mencionan dos o tres versículos y luego se explican. "No quería caer en el recurso fácil de poner los versículos en una placa negra y luego explicarlos, que para eso está el libro, así que filmamos a un actor escribiendo en la playa, en un lugar que quiere representar la isla de Patmos", apunta.
"A esa escritura que va trazando el actor le sigue la explicación narrada por un locutor, ilustrada con las pinturas animadas, las líneas de tiempo, etc. En los siguientes capítulos empezará a haber más efectos", añade. "Me gustaría filmar los cuatro caballos del Apocalipsis con actores, con un buen vestuario, un escenario apropiado", confiesa.
Delacre, casado y con dos niños pequeños, cuenta que "tenía una pequeña empresa de alquiler de juegos para cumpleaños, actividad que de un día para el otro se cortó en marzo del año pasado por la cuarentena". Entonces se dispuso a "aprovechar el tiempo que tenía disponible para encarar este viejo proyecto". Para eso vendió su empresa y lo invirtió en el documental.
El capítulo Cartas a las 7 iglesias es el primero de una serie de septenarios, al que le seguirán los siete sellos (que representan el auge y caída del cristianismo entre guerras y hambre), las siete trompetas (herejías) y las siete copas (castigos de Dios). Más adelante aparecerán el Anticristo o "Fiera del Mar" (el mar es un símbolo asociado al mundo o la política), y el Pseudoprofeta o "Fiera de la Tierra" (la tierra firme es la religión).
"La miniserie la pensé en diez capítulos -según Delacre-, con el último dedicado al sermón escatológico de Jesús". De ese total, el director cuenta que lleva escritos tres guiones. Pero admite que lograr un trabajo profesional como el que se propuso cuesta mucho esfuerzo y dinero -el primer capítulo costó 28.000 dólares, de los que solo cubrió el 30%- y que no podrá continuar si no consigue los fondos.
Sobre lo que resta filmarse, es oportuno recordar lo que advertía Castellani: el Apocalipsis no es una crónica lineal, sino que pertenece a otro género literario, el profético, que tiene sus propias reglas, entre ellas la recapitulación y la historicidad. Su estructura es en espiral: es decir, san Juan toma un aspecto de la historia de la Iglesia y lo desarrolla hasta la Parusía, para luego volver atrás, con el fin de iluminar otra faceta de esa historia hasta llegar otra vez a la Parusía.
MILENARISMO
Hay un elemento del Apocalipsis que suele generar discrepancias -esta vez no fue la excepción- y es el milenarismo, del que trata el capítulo XX del libro. Un asunto que en la miniserie ya fue adelantado al hablarse de la recompensa para los justos. Los milenaristas sostienen que habrá un período de paz y prosperidad para la fe en la tierra por mil años, o por una gran cantidad de años, después de la Segunda Venida de Cristo. Frente a tal idea se alzan quienes sostienen que la venida de Cristo va a ser simultánea con el Juicio Universal, sin período de prosperidad.
Delacre responde en ese sentido que se sujetó, como en todo lo demás, a la interpretación de Castellani, que surge de una lectura literal, y dice que la Iglesia lo que condenó es el milenarismo carnal, algo que está explicado en el filme.
Por lo demás, la miniserie plantea que nuestro presente se correspondería con la última etapa antes de la Parusía. Un tiempo en el cual la influencia que tenía la Iglesia se va reduciendo con rapidez hasta la nada misma y en el que aparecerá el Anticristo.
Sobre esa figura del Anticristo, Castellani alguna vez afirmó que presidirá la apostasía ya consumada, y también que será la cabeza de un imperio tan organizado, fuerte e implacable como era el Imperio Romano. El genial teólogo argentino continúa diciendo que San Pablo llamó al Anticristo "Anomos", hombre sin ley, hombre de pecado. Y que el obstáculo para la aparición de esta figura es el Katéjon que los santos padres asociaron con el Imperio romano. Una asociación que no deja de ser paradójica, ya que el Imperio romano, siendo perseguidor de la Iglesia, garantizó sin embargo el orden con su ejército y su cuerpo jurídico.
Ese "orden romano", la romanidad, compuesta de cuatro pilares -familia, propiedad, ejército y religión-, prosiguió hasta nuestros días, si bien es cierto que hoy asediados y tambaleantes.
Delacre no ve que haya aparecido todavía una figura como la del Anticristo ni como la del Pseudoprofeta, que otros sí ven. "Cualquier de los nombres que se mencionan se queda corto. Puede que sean anticipos de aquellas otras figuras. Cristo dice que se van a levantar muchos falsos profetas. Pero "el" falso profeta no lo veo. En el Apocalipsis se dice que al Pseudoprofeta lo obedecerá el mundo entero, que va a hacer portentos, y que le va a transmitir la autoridad al Anticristo para que todos lo sigan. Eso no lo veo".
Sin embargo, sí cree, junto con Castellani, en la proximidad del fin de los tiempos, y sostiene que el mayor signo que puede verse hoy en ese sentido es la apostasía de la Iglesia.
Pero también acepta que hay signos misteriosos que se han manifestado en torno a la actual pandemia, como la consolidación de un gobierno mundial sin Jesucristo, el surgimiento de filántropos que impulsan sospechosas vacunas para salvar a la humanidad o, en general, la entronización de la ciencia. "Si -concede-. Lo del gobierno mundial o Soros ya muchos lo ven hoy con claridad. Y son signos claros del Anticristo".
"Porque el Anticristo -prosigue- va a ser alguien que va a encabezar todo este movimiento mundial. El Señor del mundo se va a aprovechar de todo este mundo globalizado. A eso apunta la cuarentena".
Cuando a Castellani le preguntaban si la Parusía estaba próxima, el notable sacerdote argentino respondía que no lo sabía, y especulaba que podría venir "el silencio de media hora antes de la séptima trompeta, o sea un arreglo corto de una generación antes del Anticristo", como sucedió en el Siglo XIV. Porque -explicaba- eso depende de dos libres albedríos, el de Dios y el de los hombres, que con su prédica y ejemplo pueden apartar ese final.
El jesuita decía que varias veces los cristianos creyeron próxima la Parusía y se equivocaron, como él podía equivocarse. Pero cuando explica las manifestaciones de la ira de Dios -como corrupción de la cultura, tortura de la ciencia, poder político convertido en tenebroso-, o cuando se refiere a la herejía actual, una herejía total, que no niega solo la obediencia a la Iglesia sino hasta la razón, y que engendra un hombre débil que acepta todo lo que le dicen los diarios, la realidad actual parece reflejada.
En cualquier caso, Delacre ofrece en su documental un guía tradicional y seguro para entender el Apocalipsis. Y dice que se decidió a filmarlo porque está convencido de que la explicación del teólogo argentino "nos da la llave para interpretar el tiempo que vivimos". Claro que, como destaca en la apertura del primer capítulo, nada de lo que se dice en el filme pretende ser dogma, salvo que Cristo vuelve.
Agustín De Beitia
lunes, 10 de mayo de 2021
Causerie à Ollioules sur Leonardo Castellani (10 juin 2021 à 19h00)
sábado, 8 de mayo de 2021
«Sobre Esquiú, Más y lo Mismo»
[https://blogdeciamosayer.blogspot.com/2021/05/sobre-esquiu-mas-y-lo-mismo-leonardo.html]
Nuestro colaborador el Cura Niño, responde hoy a Fray Antonio de Santa Clara, edición de ayer.
Sr. D. J. M. F. U. – Estimado Director:
La publicación del artículo (o lo que sea) titulado «¡Irresponsable!» y firmado con el nombre (que ojalá sea un seudónimo) de Fray Antonio de Santa Clara, Franciscano, Córdoba, es de lamentar; pero si en realidad se trata de una petición con carácter de exigencia, ¿qué le vamos a hacer? Penitencia. Pero nadie me hará creer a mí que sea un franciscano de verdad.
Me servirá para repetir lo dicho en mi ensayo del 8-X-46 en forma más clara, ya que por lo visto hay una persona por lo menos, a quien no me he dado bien a entender. Ando escaso de temas: me servirá esto de tema para otro artículo, cuyo estilo no será como «un armónico coro de exultantes voces», ni tan esplendoroso como «el sol que arroja su refulgente lumbre desde el Oriente», después de haber bañado un Continente, exclamando a su paso: ¡Libertad!; pero al menos será claro, exacto y tranquilo.
Lo dividiremos en tres partes como los sermones: primero, lo que yo no he dicho; segundo, lo que yo he dicho; tercero, lo que yo he querido decir. Omitiré por superfluo explicar lo que soy, porque eso lo hace con abundancia mi religioso contrincante, que solamente en la primera parte de su artículo (o lo que sea) me llama «irresponsable, destemplado, infeliz, carcomido de envidia, escudado en el pseudónimo, impotente, enlodador, incapaz de imitar a Esquiú, el colmo de la audacia, de la inconsciencia y de la perversión...». Vean el número de ayer, a ver si no es cierto. Lo único que no me dice es asesino y ladrón; que es justamente lo que yo soy, aunque en sentido metafórico. Fray Mamerto Esquiú ¿estará gozoso en el cielo de que le haya salido un defensor tan fervoroso? Yo dudo mucho que el Pobrecito de Asís le celebre el vocabulario.
¡A la obra! 1º Lo que yo no he dicho. – He vuelto a leer mi ensayo. Hay muchas erratas de imprenta, pero ¡loado sea Dios! no está nada de lo que contra Esquiú su defensor ha leído, si es que realmente leyó el artículo, cosa que se puede poner en duda. ¿Dije yo que Esquiú no era virtuoso? Dije lo contrario. ¿Dije que no era santo? Dije lo contrario. ¿Dije que era liberal? Ni por sueños. Estoy sospechando que mi acusador no recibe Tribuna, sino que algún malintencionado le sopló una falsa información, y el tipo agarró y montó el picazo, el cual se le desbocó inmediatamente. Si es de veras un franciscano, el hombre le debe tener rabia a Esquiú y a su propia benemérita orden. Ningún franciscano de los que yo conozco (y amo) en la Argentina es capaz de escribir una cosa semejante; no digamos nada de mi maestro en Italia, Fray Agostino Gemelli. Hace poco he viajado a Córdoba junto con dos estudiantes franciscanos del convento de San Antonio y eran dos espléndidos mozos, llenos de discreción y de piedad religiosa. Siempre ha habido de todo en la viña del Señor; pero lo malo es cuando sube a la superficie y se produce en público, en predicador, escritor y superior, lo que no ha sido hecho para la vista del gran público. Cosa que por desgracia está pasando un poco por todo en la Santa Iglesia, en nuestros calamitosos tiempos; y hemos de rogar a Dios que se corrija. La «rebelión de las masas» que dice Ortega, no ha perdonado del todo al mecanismo corporal de la Iglesia, como no era posible que lo perdonase. Así que, por amor de Dios, no vayan a juzgar a todos los franciscanos, y mucho menos al santo catamarqueño, por este defensor e «imitador» que le ha salido.
2º Lo que yo he dicho –Si el autor del «armónico coro de exultantes voces» hubiese suprimido la mitad de sus adjetivos, hubiera tenido espacio para transcribir los textos donde yo habría dicho todas esas atrocidades del Santo catamarqueño, al cual he dedicado ya en 1941 un elogio mejor que el suyo –que está en la pág. 197 del libro Las Canciones de Militis[1] –, y una moción de que lo canonizaran. Y si hubiera suprimido la mitad de sus metáforas y un tercio de sus insultos, hubiera tenido tiempo el amigo de leer mi artículo y encontrarse con asombro que todo lo elogioso que él dice de Esquiú («virtuoso, humilde, santo prelado, patriota, espejo clarísimo rodeado de aureola más brillante que el sol, asceta de fe profunda, parecido a un santo», etc., etc.), lo digo yo también en mi modesto ensayo, aunque, eso sí, sin metáforas. Lo único que él añade son las metáforas y dos o tres faltas de ortografía. Entonces ¿para qué tanto barullo?
No tema que peligre la canonización del «primer santo argentino» por artículo periodístico más o menos, si la Divina Providencia lo quiere y él hace tres milagros. Dios no precisa de nuestras mentiras. Si Esquiú no fue un genio intelectual, Dios tuvo la culpa. Si no estuvo al tanto de la polémica religiosa contemporánea, él no tuvo la culpa. Si se aprovecharon de eso los enemigos de la Iglesia, es más bien una señal de mérito que otra cosa.
3º Lo que quise decir – Una canonización es una cosa importante, donde no debe hallarse ni sombra de contaminación. Si Roma no tiene información completa, no puede hacer nada; o si hace algo, la emboca mal, y sufrimos todos. Lo que mi contrincante llama «salivazo» (él lo escribe con b larga) «inmundo», está dirigido a favorecer ese merecido triunfo de los franciscanos.
He tenido ocasión de examinar el catálogo de la Biblioteca del convento de Catamarca en los tiempos de Esquiú. La gran mayoría de los libros eran Derecho Canónico y Liturgia. Las pocas obras de Teología no son contemporáneas: algunos antiguos tratados escolásticos, como Escoto, y algunos manuales comunes. Y es natural que así sea. Una colonia (una pequeña villa de una colonia) no tiene por qué hacer investigaciones científicas. La doctrina les viene hecha de la metrópoli y ellos deben cuidarse de las aplicaciones, para lo cual sirve el Derecho Canónico. Tampoco hoy día, con ser una nación libre, hay casi nada de investigación teológica en la Argentina. Justamente por el hecho de habernos vuelto semicoloniales, hay poca investigación original en todos los órdenes. Prueba de ello es la poca suerte del libro argentino y la balumba de traducciones de libros anglosajones mezcolados y en gran parte dañinos con que nos inundan actualmente las editoras, como Losada, Sudamericana, Lautaro, Esplendor, Prometeo, Claridad, etcétera.
Esquiú «profesó a los 16 años y a los 17 concluyó Teología» –dice él mismo en las notas autobiográficas que con el nombre de Historia de Mi Entendimiento escribió a los 27 años. Sus escritos solos, por lo demás, testimonian de la brevedad de su Teología, así como también, por otra parte, de su familiaridad con la Sagrada Escritura y la solidez dogmática elemental de su piedad. No pudo, pues, estar al día, hasta su vuelta de Europa, de la polémica religiosa de su tiempo, que es la piedra de toque del teólogo; porque se puede decir que todo el inmenso acervo doctrinal de la Iglesia está viviendo entero en cada momento de la historia en el punto preciso e indivisible donde ataca la Anti-Iglesia; así como el poderío de un ejército está resumido en la trinchera actualmente atacada. El «Doctor» en Teología es el que lucha con los herejes de su tiempo; y haciendo eso, es una especie de mártir, dice Santo Tomás de Aquino.
Sus adversarios porteños estaban al día por desgracia; estaban empapados de Michelet, Hugo, Mazzini, De Savigny, Saint-Simon, Fourier, etc. De su poca preparación, que él deplora, le vinieron sus grandes disgustos. Importante lección sobre la necesidad del estudio para todo el clero, empezando por mí y acabando por mi vehemente contrincante.
«Para terminar: sepa el autor del infame escrito (que sabemos perfectamente de dónde viene) que le negamos... que sea cura, porque ningún prelado habría cometido el desatino de confiarle un puesto de tanta responsabilidad...».
Para terminar: sepa el autor del fogoso escrito (y ya lo debe saber, si me conoce, como él dice) que el Prelado de los Prelados me ha confiado el título de Doctor en Filosofía y Sacra Teología por la Universidad Eclesiástica Primera del mundo, la Gregoriana de Roma, «cum licentia ubique docendi», puesto de más responsabilidad que el de Cura Párroco, pues que Santo Tomás de Aquino lo compara al de Obispo. Y que si él, por el hecho de ser «esquiuista» (?) se considera autorizado a insultarme (cosa que desde ya olvido en lo posible), no tiene derecho a eliminar al Sumo Pontífice. Aprenda a respetar la Jerarquía Eclesiástica, en la cual el «Doctor» tiene un lugar, conforme está escrito en I Corintios 12.
P.D. –Yo soy asesino de necedades, ladrón al revés y loco, loco de atar… Yo ¿para qué nací? Para salvarme – Que tengo de morir es infalible. – Dejar de ver a Dios y condenarme, – Dura cosa será, pero posible. – ¿Posible? ¿Y tengo amor a lo visible? – ¿Qué hago, en qué me ocupo, en qué me encanto? – Loco soy en verdad, pues no soy santo.
Pero… me avisan de mi Curia que no use más el pseudónimo El Cura Loco (inocente sobrenombre impuesto por un politicastro al finado mi tío) pues dicen allí con mucha razón: «Un cura, si está loco, no debe escribir; debe irse al manicomio». Así que gracias a mi caro hermano en Cristo, Fray Antonio O.F.M., ya que los locos y los niños son los que dicen las verdades, cambiaré de pseudónimo y firmaré en adelante:
El Cura Niño
* En “Tribuna”, octubre de 1946.
[1] «Carta del Obispo de Córdoba, Mamerto Esquiú, al Presidente Ramón S. Castillo», también en Seis Ensayos y Tres Cartas, Dictio, Buenos Aires, 1973, pp 222-226. Cfr. también Lugones, Dictio, Buenos Aires, 1976, pp 120-121.
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martes, 4 de mayo de 2021
El Suarismo, según Castellani (para entender los designios de Bergoglio)
[http://catapulta.com.ar/?p=10932]
Reproduzco aquí una nota publicada hace casi cinco años en A LA DERECHA, donde Castellani desmenuza al suarismo y pido al lector que repare en la tercera tesis, un inmejorable punto de referencia para entender el dañino embrollo mental de Bergoglio. ( http://aladerecha.com.ar/?p=425)
Por cierto, no se me ocurre equiparar a “Decime Jorge” con su ilustre cofrade granadino porque sería una afrenta para el “Doctor Eximio”.
Y voy nomás a Castellani Magno:
“Un padre le deja de herencia a su hijo una casa y una tuberculosis; la casa es tradición, la tuberculosis no es tradición.
No. Ni la Colonia, ni la Organización nacional de 53 crearon aquí una filosofía con pensamiento original; y lo que es más, ni siquiera una filosofía continuada y permanente con cualquier pensamiento, aunque sea ajeno. Este fenómeno se explica de la siguiente manera: el suarismo fue la primera metafísica que aportó a nuestras playas,, cuando en Norteamérica todavía estaban cazando indios con Winchester y leyendo la Biblia, puesto que fuimos adultos antes que ellos, y quizás fuimos adultos antes de tiempo, con una adultez importada y prematura.
El suarismo fue la primera metafísica que aportó a la colonia, el primer reflejo de la filosofía europea que hubo en la Argentina. El suarismo fue, por decirlo así, la filosofía oficial del gran imperio español, y penetró con las armas españolas en Italia, en Germania y en toda Hispanoamérica: fue la filosofía de la Contrarreforma, una especie de arreglo ecléctico de la primera escolástica. Francisco Suárez, granadino, profesor en Coimbra, hizo una especie de gran compilación sistemática de la filosofía cristiana con el título de DISPUTATIONES METAPHYSICAE, tomando nominalmente como base a Santo Tomás de Aquino, pero introduciendo en su sistema tesis enteramente inconciliables de Guillermo Occam y Duns Scoto que simplemente-para decirlo sin ambages-rompen el espinazo de la doctrina metafísica de Santo Tomás.
Estas tesis son principalmente cuatro:
1) La no distinción real entre la esencia y la existencia.
2) El conocimiento intelectual de lo singular antes que de lo universal..
3) El voluntarismo: distinción real del intelecto especulativo y el práctico; predominio del intelecto práctico
4) La aptitud de existir de la materia sin la forma.
En otras muchas tesis particulares se apartó Suárez de Santo Tomás; pero estas que he nombrado son tesis fundamentales, de modo que configuran un sistema metafísico-o por mejor decir una metafísica y coherente y sin sistema- enteramente distinta y aún contraria a la de Santo Tomás; de manera que llamar al suarismo tomismo español o tomismo jesuita o tomismo moderno o tomismo de cualquier manera, es un simple equívoco; y decir que Suárez es “el mayor comentador de Santo Tomás”, es una cruda falsedad.
Suárez, lo mismo que Duns Scoto, no fue un comentador ni un discípulo sino un émulo de Santo Tomás; y siendo de poca potencia metafísica, es decir, mediocre como filósofo, intentó construir una “filosofía moderna” acogiendo la cantidad de corrientes divergentes y antitradicionales que habían tomado auge en el Renacimiento, corrientes que no llegó absorber ni a asimilar del todo. Cualesquiera sean su méritos como teólogo y como jurista, su obra filosófica es endeble, es ecléctica, es invertebrada, no está iluminada por el sol de una intuición del Ser- lo que es propio de todo gran metafísico- sino que es un mandamiento o combinación de tesis que no pueden fundirse entre sí en una gran intuición. La decadencia de la escolástica no cesó con Suárez como como se suele decir; sino que Suárez es el producto más notable de esa decadencia. La decadencia de la escolástica viene desde el siglo XIV, desde el olvido y la negligencia en que se dejó la obra genial del príncipe de la Escolástica, Tomás de Aquino, y Suárez transformó esa negligencia en una falsificacion.
Todo voluntarismo es una forma de narcisismo y Bergoglio es narcisista enfermizo, como es de público y notorio, dominado por el puro activismo, negador de la inteligencia especulativa e incapaz de la contemplación. De allí que su magín albergue designios utópicos, como su intento de presentarse-sin parar mientes- como el fundador de una nueva iglesia fraternal y universal, de cuño masónico.
De Jorge Mario Bergoglio, del insano voluntarismo y de la metafísica suarista, libera nos Dómine.
Nota catapúltica
1) El texto de Castellani apareció en Seis ensayos y tres cartas, Ediciones Dictio, Buenos Aires,1978,pp.94-96
2) La imagen está tomada de https://radiocristiandad.org/2020/07/10/padre-castellani-prevision-de-profeta-10/