EL SUARISMO, SEGÚN CASTELLANI
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“Un padre le deja de herencia a su hijo una casa y una tuberculosis; la casa es tradición, la tuberculosis no es tradición.
No. Ni la Colonia, ni la Organización nacional de 53 crearon aquí una filosofía con pensamiento original; y lo que es más, ni siquiera una filosofía continuada y permanente con cualquier pensamiento, aunque sea ajeno. Este fenómeno se explica de la siguiente manera: el suarismo fue la primera metafísica que aportó a nuestras playas,, cuando en Norteamérica todavía estaban cazando indios con Winchester y leyendo la Biblia, puesto que fuimos adultos antes que ellos, y quizás fuimos adultos antes de tiempo, con una adultez importada y prematura.
El suarismo fue la primera metafísica que aportó a la colonia, el primer reflejo de la filosofía europea que hubo en la Argentina. El suarismo fue, por decirlo así, la filosofía oficial del gran imperio español, y penetró con las armas españolas en Italia, en Germania y en toda Hispanoamérica: fue la filosofía de la Contrarreforma, una especie de arreglo ecléctico de la primera escolástica. Francisco Suárez, granadino, profesor en Coimbra, hizo una especie de gran compilación sistemática de la filosofía cristiana con el título de DISPUTATIONES METAPHYSICAE, tomando nominalmente como base a Santo Tomás de Aquino, pero introduciendo en su sistema tesis enteramente inconciliables de Guillermo Occam y Duns Scoto que simplemente-para decirlo sin ambages-rompen el espinazo de la doctrina metafísica de Santo Tomás.
Estas tesis son principalmente cuatro:
- La no distinción real entre la esencia y la existencia.
- El conocimiento intelectual de lo singular antes que de lo universal..
- El voluntarismo: distinción real del intelecto especulativo y el práctico; predominio del intelecto práctico
- La aptitud de existir de la materia sin la forma.
Suárez, lo mismo que Duns Scoto, no fue un comentador ni un discípulo sino un émulo de Santo Tomás; y siendo de poca potencia metafísica, es decir, mediocre como filósofo, intentó construir una “filosofía moderna” acogiendo la cantidad de corrientes divergentes y antitradicionales que habían tomado auge en el Renacimiento, corrientes que no llegó absorber ni a asimilar del todo.
Cualesquiera sean su méritos como teólogo y como jurista, su obra filosófica es endeble, es ecléctica, es invertebrada, no está iluminada por el sol de una intuición del Ser- lo que es propio de todo gran metafísico- sino que es un mandamiento o combinación de tesis que no pueden fundirse entre sí en una gran intuición. La decadencia de la escolástica no cesó con Suárez como como se suele decir; sino que Suárez es el producto más notable de esa decadencia. La decadencia de la escolástica viene desde el siglo XIV, desde el olvido y la negligencia en que se dejó la obra genial del príncipe de la Escolástica, Tomás de Aquino, y Suárez transformó esa negligencia en falsificación”.
(Seis ensayos y tres cartas, Ediciones Dictio, Buenos Aires,1978,pp.94-96)