“Esta nueva y promisoria crítica del liberalismo, que es del todo necesaria para plasmar una restauración nacional simultánea, adolece de un carácter fragmentario y ensayista…dado que el liberalismo, no se importó a la Argentina en forma de doctrina (Sarmiento era nulo filósofo) sino en realizaciones, aplicaciones, conclusiones y programas, su crítica actual toma de buena gana la forma histórica más bien dialéctica, a lo cual invita también el terrible y manifiesto fracaso práctico del régimen liberal en todos los órdenes nacionales, desde la enseñanza hasta la economía. El problema candente y concreto de la apreciación de Rozas (sic) fue el punto de arranque…Por esta brecha entró el descubrimiento de la oligarquía argentina, hecho por los hermanos Irazusta, es decir, de la continuidad histórica de una cadena de errores político-económicos de raíz a la vez ideológica y social, encarnados en una pòstura de extranjerismo servil, que es lo que llama ‘La Prensa’ la tradición liberal argentina.” (Castellani, Leonardo. Decíamos ayer. Sudestada. Buenos Aires. 1968, p. 42).
Castellani enseñaba, pues, que al no “producir” filosofía, el liberalismo argentino justificó su dominio de la vida social y política desde una elaboración historiográfica. Por este motivo, la respuesta que dio la reacción antiliberal fue más historiográfica que filosófica, dando origen al revisionismo histórico.
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