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miércoles, 17 de marzo de 2021

A cuarenta años de la muerte del P. Castellani

 

lunes, 15 de marzo de 2021

A cuarenta años de la muerte del P. Castellani

 


P. Leonardo Castellani 

16/XI/1899 - 15/III/1981


Religión es religación o unión amorosa con Dios, no espantamientos contra un ‘destino’ inexistente, que los idólatras de todos los tiempos han creído inexorable, por ignorar y menospreciar de hecho la maravillosa intervención de la Divina Providencia. La tranquilidad ante el mañana incierto, el hombre verdaderamente religioso lo obtiene por añadidura (Mt. VI:33). Además, toda violencia, miedo y tristeza, no suele ser de Dios. 

La vida devota no es un conjunto de prácticas y reglas fastidiosas, que fraccionan la vida, pero son ineludibles; una lucha contra los deseos permitidos que es necesario trabar para vencerse; en fin, la ejecución de lo más molesto para salir victorioso de sí mismo (Y, sin confesarlo, ¡se saborea la victoria!).

Pues bien, ¡no, no y no! Todo esto es estar en el abecé de la vida espiritual; es no haber comprendido el amor ni el esplendor de Dios y del hombre. 

La verdadera piedad, el amor verdadero, es una vida: una vida transformada, una vida apacible, llena de confianza en Dios; una vida gozosa, porque es libre, una vida amante, porque se ha dado, una vida de maravillosa dilatación del alma… ¡una novedad de vida! Una de las cosas más sorprendentes del cristianismo, para el que lo mirase como una mera regla moral, sin espiritualidad, es ver cuántas veces los reprobados por Dios son precisamente los que quieren multiplicar los preceptos, como los fariseos de austera y honorable apariencia; mientras en la Epístola a los Gálatas San Pablo lucha por quitar preceptos en vez de ponerlos, con gran escándalo del beaterío de su época. Es esto un ejemplo notable para comprender que lo esencial, para el Evangelio, está en nuestra espiritualidad; es decir, en la disposición de nuestro corazón para con Dios. 

Lo que Él quiere, como todo padre, es vernos en un estado de espíritu amistoso y filial para con Él, y de ese estado de confianza y de amor hace depender, como lo dice Jesús, nuestra capacidad (que sólo de Él viene) para cumplir la parte preceptiva de nuestra conducta.

Domingueras Prédicas II, Mendoza, Jauja,1998 268-69.


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