¡Oh, laguna Pipo, si volviese yo a verte una vez más, y pudiese besar tus orillas, mis canas se irían todas de mi cabeza y volverían a cantar en mi corazón los jilgueros de mi infancia! ¡Si te viese de nuevo como aquella mañana en que el sol saliente inflamaba tus inmensos aguazales azules sembrados de totoras y casi materialmente cubiertos por alfombras overas de innumerables aves acuáticas, flamencos rosas, patos blancos, caráus negros, chorlitos, iguás, gallaretas, quillas, tuyuyúes, tuyangos, siriríes, chajáes, teros y garzas que pescaban con inmensa algarabía!
Yo estaba contento y escuchaba al borde del agua las cosas que me decían todas las cosas...
-Quisiera poder caminar por la tierra -oí decir a una mojarra-, entonces sí que estaría contenta.
-¡Si yo pudiera volar! -silbó la iguana.
-Nadar por el agua debe ser la gran felicidad -dijo un tero desembarrando elegantemente sus patas.
-Tonterías -dijo un pato bachiller-. Yo camino, yo nado y yo vuelo y sin embargo estoy profundamente descontento. Camino mal, chueco y desgraciado, y se ríen de mí. Nado mal, y no puedo alcanzar a la mojarra y tengo que comer guasarapos; vuelo mal y me alcanza en mi vuelo la escopeta. Mejor es saber una cosa bien que muchas mal. La felicidad consiste, a mi parecer, en tener todas las habilidades de todos los animales sin ninguno de sus defectos.
-Jay -dijo el surubí asomando el hocico- échele un galgo. La felicidad en esta tierra consiste en estar contento.
-¿Cómo se hace para estar contento con tantas penalidades?
-Para estar contento hay que estar contenido. En latín contento significa contenido. Hay que contenerse con gran fuerza dentro de los límites del charco en que Dios nos puso. La mitad de mis paisanos pasan una vida perra por andar buscando el mar cuando Dios los puso en la laguna. Hay que saber caber en su molde y apretarse adentro de la propia horma, y hacer el gusto a lo poco, mis hijos.
-Esas son tonterías -dijo el sirirí.
El surubí se estaba metiendo en muchas filosofías y a mí la humedad de la tierra en que estaba tumbado escuchando me estaba haciendo mal. Me levanté, le tiré un cascotazo al pato sirirí y todos los acuátiles se zambulleron y toda la bandada se levantó de un golpe, sacudiendo el ambiente purísimo con el aletear repentino y unánime de sus rémiges poderosas.
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